1. Compruebe primeramente que lo está oyendo, ya que muchas
veces la capacidad o agudeza auditiva declina con la edad.
2. Hable con él sin elevar el tono de voz. Curiosamente el hablarle
fuerte sólo hace confundido más, al retumbar en su interior , todo
ese cúmulo de sonidos muchas veces incomprensibles para él.
Además, hablarle en un tono fuerte es sinónimo de enojo, lo que
pudiera alterarle más sus nervios.
3. Elimine todos los ruidos y actividades que pudieran irritar o poner
nervioso a la persona, digamos, baje el volumen de la tele o de la
radio o no los ponga tan ‘fuertes’ .
4. Emplee palabras y frases cortas al hablarle. Evite mensajes com-
plejos que no va a entender , pero sólo van a confundir. (Por ejem-
plo, dígale simplemente “Voy a estar en el cuarto trabajando o en
la cocina haciendo un pastel”), en vez de decide: “¿Sabes qué?
No te levantes. Quiero que te estés quieto, voy a estar en la cocina
preparando un pastel, porque en la noche tenemos uno invitados
y quiero que... bla, bla, bla..”. (O en el otro caso: “Voy estar en el
cuarto, no quiero que me molestes, tengo que hacer lo de las de-
claraciones, mañana tengo que ir al banco e ir a Hacienda a pagar
los impuestos”). Todo esto, lo abruma.
5. Si le hace usted a él o ella una pregunta, solamente hágale una.
No lo atolondre ni hostigue. Hágale preguntas sencillas donde él
también pueda en su caso optar por una respuesta donde sienta
que se le toma en cuenta. Por ejemplo: “¿De qué sabor vas a
querer tu nieve (o helado), de limón o de fresa?” Y jamás hacer
proposiciones como: “¿Cenamos ahora o más tarde? ¿O mejor
nos esperamos a después de que vengan y se vayan las personas
que quedaron de venir más al rato?”.
6. Pídale una sola cosa a la vez, será más sencillo para él. Digamos
“Ponte la camisa..., ahora ponte el pantalón...” Y nunca: “Aquí está
sobre la cama toda tu ropa, no te vayas a equivocar, te vas a
poner los zapatos cafés, los calcetines que te regalé, la camisa
nueva que te trajo tu hija...”. Optar por esto, lo abruma.
7. Háblele pausadamente y espere a que responda. La respuesta del
paciente puede ser lenta, por lo que debemos tener mucha pa-
ciencia.
Recordemos que nuestros seres queridos, a pesar de su enfermedad, siguen siendo
personas con capacidad de amar, reí y gozar, y que como cualquier niño tienen la
imperiosa necesidad de recibir afecto.
Percita