Sean benditos los que tienden
la mano para ayudar,
los que intentan comprender,
los que anhelan compartir.
Benditos sean lo que para dar su opinión
no necesitan subirse a ningún podio,
los que se hacen tiempo para escuchar
y los que saben que siempre hay algo por aprender.
Benditos sean aquellos que tratan de pulir
y de borrar sus mezquindades
y no simplemente de ocultarlas.
Benditos sean los buenos amigos
y el culto a la amistad.
Benditos sean los que llenan las
noches de filosofía, los que riegan los caminos
hacia la utopía con batallas épicas
y los que a cada historia de amor
la cargan de locuras.
Benditos sean los que disfrutan
del sol y de la luna, del cielo abierto
y de la noche cerrada, de escalar la montaña
y de zambullirse en el mar.
Benditos sean los que pueden
eludir la superficie y ver la esencia,
los que pueden gozar de la poesía
que tiene este mundo maravilloso.
(de la red)