Una anciana vivía con su hija y su nieto. Conforme se volvió debil y enfermiza, en vez de ser útil en la casa, la abuela se convirtió en una calamidad: rompía platos y copas, perdía cuchillos y derramaba el agua.
Cierto día, exasperada porque su anciana madre había roto otro costoso plato, la hija envió al nieto a comprarle a la abuela un plato de madera.
El muchacho titubeó unos instantes, pues sabía que un plato de madera humillaría a su abuela, pero su madre insistió, así que salió en busca del plato.
Regresó después no con uno, sino con dos platos de madera.
-¡Pero sólo te pedí comprar uno! - exclamó su madre -¿acaso no me escuchaste?
- Si, madre - respondió el muchacho- pero compré el otro para ti, para cuando envejezcas.
Cuento paquistaní