Lo dejaron atado a un palo para
que los pájaros le arrancaran la carne de los huesos y
sin mirar hacia atrás,
se alejaron hasta perderse en
el horizonte.
En eso el condenado volvió
en sí y tomó conciencia de la triste situación
en que se encontraba.
- Qué habré hecho,
se preguntó, para merecer tal suplicio.
Y buscando y rebuscando no encontró
un sólo motivo. Así que se durmió..
Al otro día escuchó
llegar los pájaros y revolotear sobre su cabeza.
Entonces sintió miedo y
volvió a preguntarse: pero, ¨ qué habré
hecho, para merecer un suplicio?
Como a mediodía, los pájaros
se lanzaron al ataque y comenzaron a picar la carne del desgraciado
atado al palo y sin ninguna esperanza.
Cuando ya casi desmayaba del dolor
a causa de los picotazos, se acordó, se acordó muy
bien de eso que había hecho, y entonces asintiendo con
la cabeza, lanzó un último suspiro y cerró
sus ojos para siempre.