EL REGRESO
Me detuve en la entreabierta
puerta de mi oscuro hogar
y besó mi boca yerta
aquella bendita puerta
que me convidaba a entrar.
Mi corazón fatigado
de luchar y de sufrir,
cuando escuchó el sosegado
rumor del hogar amado
de nuevo empezó a latir.
Fue como el lento regreso
de la muerte hacia la vida,
como quien despierta ileso
tras fatal caída al beso
de alguna boca querida.
Adentro una voz serena
decía cosas triviales
y había un dejo de pena
en esa voz suave y llena
de cadencias musicales.
La voz suave de la esposa
despertó mi corazón,
aquella voz amorosa
que en otra edad venturosa
me arrulló con su canción.
Desfallecido de tanto
batallar y padecer,
llevando en los ojos llanto
y en el alma desencanto
llegué ante aquella mujer.
Caí junto a su regazo
y en él mi cabeza hundí,
y unidos en mudo abrazo
de nuevo atamos el lazo
que en mi locura rompí.
Ni reproches ni gemidos...
sólo frases de perdón
brotaron de esos queridos
labios empalidecidos
por tanta y tanta aflicción.
«Llora, llora -me decía-.
Yo sé que llorar es bueno»...
Mudo mi llanto caía
y ella mi llanto bebía
y me estrechaba a su seno.
Nunca, nunca he de olvidar
sus palabras de cariño
ni el amoroso cantar
con que tras lento llorar
me hizo dormir como a un niño.
Manuel Magallanes
Soldeluna
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