El saber de los ancianos
Cuando era joven pensaba:
“Mi padre no tiene razón”
Cuando era adolescente pensaba:
“Mi padre, a veces, tiene razón”.
Ahora que ya tengo una edad y
mi padre ya no se encuentra
entre nosotros pienso
“Cuánta razón tenía mi padre”
Hoy en día los ancianos ya no
son ancianos, los hemos
convertidos en miembros de la
Tercera Edad
para llamarlos, supuestamente,
de manera más civilizada; pero
la realidad es que los hemos
apartado de la sociedad, los hemos
catalogado como personas que
ya no son útiles, los hemos
abandonado como un mueble
viejo en el desván.
¡Qué locura! ¡Cuánto hemos perdido!
Toda la experiencia de una vida
tirada a la basura.
Pero para esta sociedad eso es
normal, para que los ancianos
puedan transmitir su saber, su
conocimiento, es necesario
escuchar y, para
escuchar, es preciso guardar silencio.
Nuestra sociedad puede ser
todo menos silenciosa; quizás
porque si calla y escucha podría
oir lo que no desea escuchar.
Ahora recapacitemos
y cuando volvamos a pasar por
ese parque donde todos los días
nuestros ancianos se sientan a
hablar de sus cosas pensemos que
alguno de ellos igual es mucho
más sabio que nosotras de tanta
sabiduria y experiencia vivida.
No apartemos a los ancianos de
nuestra vida, lo que perdemos
es demasiado valiosos.
Un cordial saludo