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El corazón,tiene frío
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El
Equipo parroquial que atiende a los enfermos entró a una casa donde
vivía solita y enferma una ancianita. A los pocos días el Párroco se
hizo presente para confesarla y llevarle un poco de consuelo espiritual.
¿Cómo está mi hija?
¡Ya ve, Padrecito!
Los miembros del Equipo se dieron cuenta de que la pobre pasaba frío
y le llevaron una pequeña estufa para que templase un poco el ambiente.
¿Está calientita la habitación, verdad..?
Pero hace frío….
¿Cómo qué hace frío, hasta diría que el calor está un poco fuerte?
La estufa no calienta el corazón… Y el corazón siente también el frío…
¿Y dónde están sus hijos..?
¿Dónde estarán, Padrecito…?
Pero ¿no la visitan?
Sus ojos melancólicos le miraron como caídos…. “La estufa no calienta el corazón”.
La respuesta de la anciana quedó como bailando en el corazón del
sacerdote… Y los hijos, “¿dónde estarán, Padrecito?” ¿dónde estarán los
hijos de tantos ancianos cuyo corazón siente el frío de la soledad y
del abandono?
El
problema de mucha gente hoy no es tanto el frío de nuestro invierno
limeño, sino el frío del invierno del amor. El frío de la soledad. El
frío de saber que uno ha luchado por sacar adelante a unos hijos que,
ahora viven su vida, y se olvidan que su madre vive en la soledad de
una habitación, recalentada por un estufa regalada.
No sólo tiene frío el cuerpo. No sólo el invierno nos hace sentir el frío.
También los corazones tienen frío.
También la soledad congela los corazones.
También el olvido enfría el alma.
También la soledad enfría las vidas.
Para muchos, el invierno dura todo el año. Porque todo el año viven
solos. A lo más, una “visita de médico” en el Día de la Madre y poco
más. Para muchos es invierno porque
No tienen quien les escuche.
No tienen quien les dé una palabra de aliento.
No tienen quien les haga sentir una presencia.
No tienen quien les haga sentir que aún están vivos.
Es
problema de hijos. Cierto. Pero también es problema de la comunidad.
Porque todos somos, de alguna manera, responsables de las soledades que
nos rodean. Todos somos responsables de todos. Las estufas calientan el
ambiente. Pero no pueden calentar el corazón.
Me viene a la mente la actitud amorosa de Jesús con el ciego
nacimiento que, luego de ser curado, todo el mundo se le echa encima y
lo marginan y se siente más solo que nunca… Apenas lo ve Jesús, se le
acerca y le dice: “¿Y cómo te sientes?”
O la escena de la mujer adúltera… Todo el mundo la rodea. Pero ella
se siente más sola que nunca… porque todos la acusan… Y cuando se han
ido todos, Jesús levanta la cara, la mira con cariño y le dice: “Mujer,
¿nadie te ha condenado?” “Nadie, Señor.” “Yo tampoco, anda, levántate y
vete tranquila. No peques más”.
Una
presencia en la vida de alguien calienta el ambiente. Pero calienta
sobre todo el corazón. Y Jesús lo sabía. Por eso sus palabras son como
una estufa dentro del corazón humano herido y golpeado.
Soldeluna
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