Había amanecido, los rayos del sol entraban desafiantes por las ventanas sin pedir permiso para calentar las paredes frías y desnudas de la habitación, como si se hubiesen empeñado en hacerlo reaccionar... Despertó sobresaltado, no recordaba quien era, había estado sumergido en un largo letargo. Aturdido sé hacia un sin fin de preguntas, no encontraba ni una sola respuesta a tantos interrogantes... Estaba perdido dentro de su propia mente, no conocía su pasado y no sabía sí encontraría su presente.
|
|
¿Qué significaría aquel nombre tan raro que le estaba martilleando en la cabeza? Alzheimer, Alzheimer... ¿Qué sentido tendría la correa que llevaba en la muñeca? ¿Pero qué hago en este el lugar? Los hospitales son para los enfermos y a mi no me duele nada. Sin comprender que pintaba él en todo aquello. Salió de la habitación, bajó las escaleras saltando los escalones de dos en dos como si el diablo fuera detrás de él, solo quería dar un paseo. Sus pies autómatas lo llevaban hasta no sabía dónde. Aturdido, dudaba si estaba en una galería de obras de arte o por el contrario, él era motivo de uno de los miles de cuadros que estaban expuestos para admirar. Pasaron horas hasta que comenzó a tener conciencia de donde estaba. Lo primero que divisó a lo lejos fueron las altas montañas, siguió hacia adelante sin mirar hacia atrás hasta llegar a una gran ladera donde una gran manada de caballos gozaba en plena libertad, no quiso acercarse demasiado para no romper la magia del momento. Emocionado, contemplaba las yeguas pastando y sus potros jugueteando entre ellos, vigilados y protegidos por bellos sementales. No recordaba haber visto la naturaleza tan de cerca, él colorido y el perfume mágico de las plantas silvestres; estaba en una parte del mundo donde no era difícil soñar despierto, pletórico creía estar saltando entre las nubes. Al ver los arbustos deseó con toda intensidad trepar por uno de ellos. Hizo el intento pero fue inútil, porque no tenía resistencia para aguantar la subida. Frustrado continuó su paseo sin rumbo fijo. Pronto se consoló cuando vio al sauce llorón con sus flores de color amarillo pálido. Él guardaba un secreto… jamás lo diría porque entonces dejaría de serlo… Este es el árbol de la melancolía, sé que llora toda la noche está enamorado de la luna, aunque sabe que es un amor imposible. También sé que las personas afines a ellos, como yo, son sensibles y muy intuitivas, y lo más importante, su esencia es milagrosa para combatir él rencor. Si se lo contara a los hombres los talarían para curarse los malos sentimientos, sin importarles que son seres vivos y que ellos también sufren. Miró al suelo y tuvo una inspiración, cogió unas cuantas hojas secas, con ellas dibujó en la tierra un corazón luego las recogió y las guardó en un lugar seguro. Le pediré a mi amigo el viento, que sople con fuerza hasta llegar al paraíso y se lo lleve a mi querido padre. ¡Estoy seguro que le encantará! Aunque me hubiese gustado hacerlo con las hojas verdes que cuelgan de las ramas, ya que están llenas de vida... Pero si las arrancara el sauce lamentaría él haberme conocido y yo perdería a mi mejor amigo. - Los conozco demasiado bien a mi no me pueden engañar sé que tienen alma, que escuchan, ven y saben callar Una tormenta de ideas brotó en su mente... Ya sé lo que haré, construiré una cabaña me quedaré aquí y así podré convivir con ellos y nos contaremos muchas historias de antaño ya que los pobres se sentirán tan solos como yo. Desde que mi padre se fue sólo puedo consolarme hablando conmigo mismo; al escuchar mi voz siento que estoy acompañado, que alguien vive dentro de mí. -¡Recuerdas, viejo¡ cuando te preguntaba cómo té encontrabas y tú me decías -Vivo hijo - La verdad es que eras un poco seco, si hubiera sido al contrario yo té habría respondido de otra forma, te habría dicho que a veces me siento igual que un puzzle, con todas las piezas desparramadas... En esos momentos recordó su cometa de cuando era un chaval. Qué afortunada era sé alzaba al viento y podía divisar la belleza del infinito. Cuanto hubiese dado por ser ella para volar, poder tocar una estrella fugaz y disfrutar de todas las maravillas del firmamento. Quería jugar un poco con los peces antes que de se fueran a dormir. Se dirigió hasta la orilla del lago, sin pensárselo dos veces se metió en el agua sin saber si estaba fría o caliente quería vivir intensamente la magia de aquel lugar. Su ilusión era divertirse; cantar, bailar, correr, saltar... Sus ojos no daban crédito a lo que estaban viendo, un pez de gran tamaño estaba chapoteando frente a él. Quiso alcanzarlo salió detrás de él sin percatarse del peligro olvidando lo más importante, que no había aprendido a nadar. El lago se lo tragó sin darle tregua y su enfermedad no le dio oportunidad alguna para razonar. Quizás aquel día vivió la aventura más apasionante de su vida, pero fue tan efímera como una tormenta de verano. Aunque no pudo luchar contra la fuerza de los elementos, sí tuvo tiempo para amigarse con algunos de ellos…
D/A |