“¡Qué desgracia, mi Señor!” exclamó el adivino, “cada diente caído representa la pérdida de un pariente de vuestra Majestad”.
“¡Qué insolencia!” gritó el Sultán enfurecido, “¿Cómo te atreves a
decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!” Llamó a su guardia y ordenó
que le dieran cien latigazos.
Más tarde ordenó que le trajesen a otro adivino y le contó lo que
había soñado. Éste, después de escuchar al Sultán con atención, le
dijo: “¡Excelso Señor!Gran felicidad os ha sido reservada… ¡El sueño significa que sobreviviréis a todos vuestros parientes!”
Iluminóse el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó le dieran cien monedas de oro.
Cuando éste salía del palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado:
“No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la
misma que la del primer adivino. No entiendo porque al primero le pagó
con cien latigazos y a ti con cienmonedas de oro.
“Recuerda bien, amigo mío”, respondió el segundo adivino, “que todo
depende de la forma en el decir… uno de los grandes desafíos de la
humanidad es aprender el arte de comunicarse”.
De la comunicación depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. Que la verdad debe ser dicha en cualquier situación, de esto no cabe duda, más la forma conque debe ser comunicada es lo que provoca, en algunos casos, grandes problemas.
La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos
contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un
delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamenteserá aceptada con agrado.
Que refrene su lengua de hablar el mal y sus labios de proferir engaños. Sal 34:13
La boca del justo imparte sabiduría,y su lengua emite justicia.Sal 37:30
Su propia lengua será su ruina,y quien los vea se burlará de ellos. Sal 54:8....
¡¡que Dios les bendiga!!