Préstame tus manos, para que con ellas pueda seguir curando, ayudando, bendiciendo y acariciando.
Préstame tus pies, para que pueda seguir acudiendo a las llamadas de tantos desvalidos y para correr detrás de los que se descarrían tras cosas que aman. Préstame tu lengua, para seguir dando buenas noticias a todos, denunciando las injusticias, consolando a los tristes, enseñando a amarse. Préstame tus ojos, para mirar con ternura y cariño a toda la gente. Préstame tu rostro, para sonreír a pesar de todo, para iluminar todas las situaciones con mirada de perdón, de gracia, de luz, de alegría y de paz. Te pido, en fin, tu corazón, para que yo pueda seguir amando a mi manera. Si me los prestas, no hace falta que te desprendas de ellos. Es muy sencillo: utilízalos tú, como si fuesen míos, como si ahora te los prestara yo. Haz tú con ellos lo que estoy deseando hacer yo.
Viajera.... Para caminar por los acantilados, uno debe tener las manos libres.
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