Sonríe, aunque tengas el alma herida
y de ella broten quejas de pena y de dolor.
Sonríe, que sonriendo verán quienes te cercan
que sólo anida tu alma, sin límites, amor!
Sonríe el chiquillo que a tí feliz se llega,
y en cuyos ojos puros a Dios se ve vivir.
Y así él también comprenda la magia encantadora
secreto de los grandes: que aprenda a sonreir!
Sonríe al enemigo, si agravio indigno te hiciera
que luego tu sonrisa su ira ha de calmar
y así en su conciencia, trémulo y perturbado
sabrá que tu alma noble, tan sólo sabe amar.
Y esa franca sonrisa que generoso diste,
aún en negra noche le ha de iluminar,
y entenderá que es grande aquel que le perdona
y cuanta es la grandeza que encierra el perdonar.
Y si el andar afligido de algún hermano triste
descubre tu ojo lleno de amor y caridad,
sonríele si sufre, sonríele si llora,
y así la cruz sonriendo siempre los dos llevad!
Doquiera que tus labios derramen las sonrisas
que animen, que levanten y suavicen el pesar,
sonrisas que perdonen los yerros cometidos
y ayuden nuevamente la ruta a comenzar.
Y tu existencia entera, prodíguese en sonrisas
que irradien de tu boca, cual bálsamo de paz
y sean luz divina hasta las almas dolientes
pues en tu senda de bien encontrarás...!
(De la red)