Una boda improvisada
-María ¿Aceptas como esposo a Fabián?-preguntó el cura improvisado a la enamorada pareja.
-¡Cállese! Quiero irme a casa-contestó María- ¿Hijo dónde estas?
-Madre, estoy en su lado derecho, mirándola a la cara. Sí, soy yo, tu hijo-le dijo su hijo José.
Y
volviéndose María hacia el lugar de dónde procedía la voz se quedó
paralizada, inmóvil, intentando averiguar cuál era el rostro de su hijo.
Cuando estaba frente a él, le preguntó su hijo:
-Soy
yo Madre, estoy aquí. ¿Me quieres?-la preguntó José emocionado,
mientras el cura improvisado permanecía ausente y atento a la
conversación.
-Sí hijo mío, te quiero mucho... mucho...-dijo María.
-Tienes muy cerca de ti, también, a tu viejito ¿Le quieres?
María
se giró lentamente y ahí estaba. El amor de su vida que no logró
identificar antes y que ahora permanecía frente a ella. Una sonrisa,
una caricia sutil, una mirada inocente y el calor suave de unas manos
fuertes que la acariciaban el rostro, la trajo el dulce recuerdo de un
noviazgo que parecía haberse perdido con el paso del tiempo.
-Sí, le quiero con locura-dijo María
-Yo también te quiero, mi princesa-contestó Fabián.
-Entonces, yo os declaro marido y mujer-dijo el cura improvisado-. Pueden besarse.
Con
lágrimas en los ojos, emocionada como si aquella vez fuera la primera
vez que se casaban, se acercó a Fabián, lo miró vergonzosamente y,
acariciándole el rostro de forma suave, le susurró un escueto:
"Te quiero Fabián"
"Yo también te quiero María"
Fabián sabía que más tarde a María se le olvidaría
todo. Para él cada boda era diferente, igual que para ella, y ese era
el motivo por el que le empujaba a celebrar su boda todos los años por
la misma fecha. Para él esa boda, era su boda número 42. Para ella, era
el día de su boda, el día más feliz de su vida. Por eso el cura era
improvisado, sino le hubiese salido celebrar su boda cada año por un
ojo de la cara; el cura era el mejor amigo de José.
Hoy, precisamente, día 21 de septiembre, se celebra el día Internacional del Alzheimer.
Muchas son las personas que lo sufren en la actualidad, algunos en
silencio que resulta todavía más triste. Fabián pensaba que para
combatir el Alzheimer debía estar codo a codo con ella todos los días
del año y hacerla recordar los momentos más felices de su vida. Y yo
pienso igual. Las víctimas que padecen esta enfermedad no deben estar
solas nunca.
Sólo con pensar que, en aquel instante, María se sentía
la persona más feliz del mundo, te anima y te ayuda a seguir luchando
junto a estas personas todos los días, para lograr derrotar al
Alzheimer algún día... algún día...
Alberto Zambade
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BESOS ENORMES DE PATSY