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ALZHEIMER: VIVIENDO EN EL OLVIDO
 
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General: "LA ENFERMEDAD DEL OLVIDO..."
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: PATSYC3  (Mensaje original) Enviado: 06/03/2010 05:25

LA ENFERMEDAD DEL OLVIDO


“De pronto me encontré despierta junto a tu padre. Algo, una extraña sensación, acababa de interrumpir mi sueño. El amanecer ni tan siquiera había comenzado a desemperezarse y ni una gota de luz pasaba a través de la persiana de la ventana Miré el reloj, marcaba las cinco de la mañana. Angustiada, me incorporé sobre la cama, aguanté la respiración e intenté orientarme en la oscuridad del dormitorio, pero el desasosiego y el miedo me vencían por momentos. No podía más, algo estaba pasando y no sabía el qué. Oí unos ruidos que provenían de la cocina. ¡Mi madre! ¡Algo le pasa a mi madre! Me dirigí hacia la cocina: Allí me la encontré, encorvada sobre el fogón, con su viejo chal de lana negra cubriendo sus descarnados hombros, allí estaba, tal y como había hecho durante toda su vida, preparando el café para toda la familia. Sólo, que aquel día, mejor dicho aquella noche, el tiempo le había jugado una mala pasada y no eran las siete y media de costumbre, tan solo eran las cinco y todavía la noche no había emprendido la retirada. Tu abuela, al notar mi presencia, retiró brevemente la vista del puchero, con el café a punto de hervir, y como si un extraño le hubiera invadido su intimidad me preguntó: ¿Quién es usted? Así me dijo: ¿Quién es usted?

¡Madre, pero no…! No pude continuar hablando, la cogí del brazo, la senté en una de las banquetas de la cocina y juntas y en silencio nos tomamos el café. Sólo nos mirábamos, yo intentando adivinar qué era lo que estaba sucediendo y ella intentando regresar no sé a qué destino. Aquel silencio se me quedó grabado en el fondo de mi corazón. Fue el primer síntoma; la enfermedad del olvido había atrapado a tu abuela, y a mi acababa de robarme a mi madre. A partir de ese momento todo fue muy rápido.

Fueron los primeros indicios de la enfermedad del olvido, y cuando ésta te elige como víctima, ya no hay escapatoria posible, ni tratamiento que la haga más llevadera. Sólo cabe esperar, para que la agonía dure lo menos posible, y así, de este modo, las caricias no se tornen gritos, el amor odio y la desesperación nos haga desear que todos dejemos de sufrir pasando la página definitiva”.

Mi madre me había contado esta historia cientos de veces con las mismas lágrimas, ya secas, de aquel día y de la misma forma.

De vez en cuando la abuela intentaba transformar en palabras los recuerdos atrapadas en la telaraña de su memoria, balbuceando e intentando formar frases que resultaban rotas e inconexas. Poco a poco dejó de hablar. Luego, nos interrogaba con esos ojos azules hundidos en las profundidades y menguados por la distancia, preguntándonos, y preguntándose, quiénes éramos y qué hacíamos a su alrededor. Al momento, sus ojos se empequeñecían, y su mirada azul se desvanecía tornándose fría y turbia, y, así, de esta forma regresaba a la compañía de la enfermedad del olvido.

Un buen día durante la comida – recuerdo que era verano y el calor era sofocante -, sus ojos se clavaron en un punto del infinito, y con voz grave, áspera y solemne dijo: – “Fue el 24 de Agosto, San Bartolomé, miércoles para más señas. Bien pronto se presentaron. Apenas había amanecido cuando, casi, a golpes tiran la puerta. A culatazo limpio sacaron a mi marido de la cama y a mi pobre hijo de su alcoba, ni les dejaron vestirse, en paños menores los sacaron a la calle. ¡Dios, cómo me miraba mi hijo! ¡Adiós madre! - me dijo con lágrimas en los ojos –, y ya no los volví a ver. Ni tan siquiera sé dónde están enterrados”.

Nos quedamos sorprendidos, no había articulado palabra en años y de pronto soltaba aquel parrafazo. Me dio la sensación de que el recuerdo del asesinato de mi abuelo y tío le habían estado atenazando la memoria, y que aquel día, un día de verano con cuarenta grados de temperatura se liberó de pronto Cuando habló, sus ojos volvieron a brillar con un azul intenso mezcla de odio y de indignación. Por un momento, pareció tener delante a aquellos hombres que a culatazos arrastraron a su hijo y marido al paredón y con la vista les decía: ¡Por mucho que me ocurra jamás os perdonaré y por mucho que viva nunca lo olvidaré! Fue un espejismo, al segundo se queda mustia, y de nuevo su mirada se queda fija y ajena a cuanto acontecía. Sólo unos leves susurros que intentaban contestar a las preguntas que desde aquella madrugada del veinticuatro de Agosto se había hecho miles de veces, y que sin haberse dado cuenta, el silencio y el luto le habían respondido de una vez por todas.

A partir de entonces deambulaba, como una alma en pena, por el pasillo de la casa repitiendo sin cesar: “Fue el 24 de Agosto, San Bartolomé, miércoles para más señas. Bien pronto se presentaron. Apenas había amanecido cuando, casi, a golpes tiran la puerta. A culatazo limpio sacaron a mi marido de la cama y a mi pobre hijo de su alcoba, ni les dejaron vestirse, en paños menores los sacaron a la calle. ¡Dios, cómo me miraba mi hijo! ¡Adiós madre! - me dijo con lágrimas en los ojos –, y ya no los volví a ver. Ni tan siquiera sé dónde están enterrados”.

Durante meses, siguió sin parar con su cántico de muerte, con sus salmos dolorosos y fúnebres, acompasando con su cuerpo semejante letanía. Luego, sus palabras se fueron haciendo incomprensibles, luego se transformaron en gemidos y por fin de nuevo el silencio. El 24 de Agosto, miércoles, día de San Bartolomé, cuando apenas había recorrido medio pasillo se derrumbó, sus ojos brillaron con ese azul intenso que le había acompañado hasta que la enfermedad del olvido la atrapó en sus redes. Su mirada se encontró con la nada.

Mi madre al oír el golpe del cuerpo contra el suelo se sobresalto. Salió angustiada de la cocina, se la encontró moribunda sobre la tarima por la que tantas veces había arrastrado sus agotados pies. Con todo el cariño del mundo, le levantó la cabeza, pero únicamente pudo oír su perenne balbuceo “… Ni tan siquiera sé dónde están enterrados...



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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: EUNICE240 Enviado: 06/03/2010 06:26
 
Amiga, ésta historia es muy triste..................pero ciertamente es una realidad muy dolorosa para todos los que están viviendo o ya lo hemos vivido de cerca la enfermedad del olvido.
Gracias por estar aquí compartiendo con nosotras Patsy
Un lindo fin de semana!
cariñitos amiguita
Eunice


 
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