Este mensaje es maravilloso,
algunas personas que son menores de 50 no lo entenderan en algunos
terminos, pero en general nos aporta mucho a nuestras vidas, por eso
leamos despacio y aprendamos lo que aca nos dicen, vale la pena
aplicarlo para ue seamos mejores personas en este mundo que tanta falta
tiene del amor y de muchos valores.
PARA NOSOTROS LOS DE LA TERCERA..LO SOMOS DE VERDAD?
Lo que me pasa es que no
consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo
siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o
achicarlo un poco. No hace tanto con mi mujer lavábamos los pañales de
los bebes. Los colgábamos en la cuerda junto a la demás ropa ; los
planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran
a ensuciar. Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus
propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda (incluyendo los
pañales). ¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables!
Sí, ya sé. A nuestra
generación siempre le costó tirar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy
desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el
bolsillo y las grasas en los repasadores. Y nuestras hermanas y novias
se las arreglaban
Como podían con algodones para enfrentar mes a mes su fertilidad.
¡Nooo! Yo no digo que eso era
mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del
mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de
ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo
cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses
o el monitor de la computadora todas las navidades. ¡Guardo los vasos
desechables! ¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola
vez! ¡Apilo como un viejo ridículo las bandejitas de espuma plástica de
los pollos! ¡Los cubiertos de plástico conviven con los de alpaca en el
cajón de los cubiertos!
Es que vengo de un tiempo en
que las cosas se compraban para toda la vida. ¡Es más! ¡Se compraban
para la vida de los que venían después! La gente heredaba relojes de
pared, juegos de copas, fiambreras de tejido y hasta palanganas y
escupideras de loza. Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio,
hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi
infancia y hemos cambiado de heladera tres veces.
¡Nos están molestando!¡¡Yo los descubrí. Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco
Tiempo para que tengamos que
cambiarlo. Nada se repara. ¿Dónde están los zapateros arreglando las
medias suelas de las Nike? ¿Alguien ha visto a algún colchonero
escardando sommiers casa por casa? ¿Quién arregla los cuchillos
eléctricos? ¿El afilador o el electricista? ¿Habrá teflón para los
hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?
Todo se tira, todo se desecha
y mientras tanto producimos más y más basura. El otro día leí que se
produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la
humanidad. El que tenga menos de 40 años no va a creer esto: ¡¡Cuando
yo era niño por mi casa no pasaba el basurero!!¡¡Lo juro!! ¡Y tengo
menos de........... años! Todos los desechos eran orgánicos e iban a
parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando
del siglo XVII).
No existía el plástico ni el nylon. La goma
sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando
las quemábamos en San Juan. Los pocos desechos que no se comían los
animales, servían de abono o se quemaban.
De por ahí vengo yo. Y no es que haya sido mejor. Es que no es fácil para un pobre tipo al que educaron en el "guarde y
Guarde que alguna vez puede servir para algo" pasarse al "compre y tire que ya se viene el modelo nuevo".
Mi cabeza no resiste tanto.
Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de
celular una vez por semana, sino que además cambian el número, la
dirección electrónica y hasta la dirección real. Y a mí me prepararon
para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el
mismo nombre (y vaya sí era un nombre como para cambiarlo)
Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir.
Le dábamos crédito a todo.
Sí. Ya sé, tuvimos un gran
problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas
no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos
hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las
carpetas del jardín. Y no sé cómo no guardamos la primera caquita.
¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a
los pocos meses de comprarlo?
¿Será que cuando las cosas se
consiguen fácilmente no se valoran y se vuelven desechables con la
misma facilidad con que se consiguieron?
En casa teníamos un mueble con
cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los
repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto
para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos. ¡¡Cómo
guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!! ¡Guardábamos las chapitas de
los refrescos! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia calzados para poner
delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a
una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las
clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en
una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de
la escuela. ¡Tooodo guardábamos!
Las cosas que usábamos:
mantillas de faroles, ruleros, ondulines y agujas de primus. Y las
cosas que nunca usaríamos. Botones que perdían a sus camisas y
carreteles que se quedaban sin hilo se iban amontonando en el tercer y
en el cuarto cajón. Partes de lapiceras que algún día podíamos volver a
precisar. Cañitos de plástico sin la tinta, cañitos de tinta sin el
plástico, capuchones sin la lapicera, lapiceras sin el capuchón.
Encendedores sin gas o
encendedores que perdían el resorte. Resortes que perdían a su
encendedor. Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar
encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la
recarga de los encendedores descartables. Y las Gillette -hasta
partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo
escolar.
Y nuestros cajones guardaban
las llavecitas de las latas de paté o del corned beef, por las dudas
que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las
primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no
sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un
poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no
podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín. Las cosas no eran
desechables. Eran guardables.
¡¡Los diarios!! Servían para
todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el
piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡Las
veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado
al cuadril! Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los
cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del
almanaque para hacer cuadros y los cuentagotas de los remedios por si
algún remedio no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque
podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba
prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros
álbumes de fotos. Y las cajas de cigarros Richmond se volvían
cinturones y posamates y los frasquitos de las inyecciones con tapitas
de goma se amontonaban vaya a saber con qué intención, y los mazos de
cartas se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano
en una sota de espada que decía "éste es un 4 de bastos". Los cajones
guardaban pedazos izquierdos de palillos de ropa y el ganchito de
metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su
otra mitad para convertirse otra vez en un palillo.
Yo sé lo que nos pasaba: nos
costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las
nuevas generaciones deciden "matarlos" apenas aparentan dejar de
servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada. Ni a Walt
Disney.
Y cuando nos vendieron helados
en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: "Tómese el
helado y después tire la copita", nosotros dijimos que sí, pero, ¡minga
que la íbamos a tirar! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y
de las copas.
Las latas de arvejas y de
duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas
de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras
se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de bollones en
ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos
esperaron encontrarse con una botella.
Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. ¡ No lo voy a hacer.!
Me muero por decir que hoy no
sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y
hasta la amistad es descartable. Pero no cometeré la imprudencia de
comparar objetos con personas.
Me muerdo para no hablar
de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va
tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer.
No voy a mezclar los temas, no
voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo
hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la
muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se
cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna
función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo y
glamour.
El amor es al espíritu, exactamente lo que el sol es a la tierra...
De nosotros depende entonces
marcar un cambio en este mundo, si manifestamos con nuestros hechos,
palabras y pensamientos que somos diferentes, que todavia existe la
bondad, la correccion, los buenos modales, lo que edifica las vidas y
aporta para que sigamos en el camino a la excelencia, por tanto que no
dejemos pasar por alto estos consejos tan practicos.
Gracias Jegoli