NUESTRAS VIDAS SON PROSPERAS
Y COMPARTIMOS NUESTRA ABUNDANCIA
AL SERVIR A OTROS
A veces damos una bendición
sin darnos cuenta.
Sonreímos a un extraño.
Ayudamos a nuestro vecino.
Cocinamos algo maravilloso.
Abrazamos a un niño.
Cuando alguien necesita ayuda o apoyo,
se los ofrecemos libremente.
Éstas son las bendiciones de Dios
expresándose por medio de mí.
El dar y el recibir
están íntimamente ligados.
Quizás tengamos la sorpresa
de recibir un ¡gracias!,
o notemos los retoños en los árboles,
o durmamos bien de noche.
Nuestra abundancia no está atada
al dinero o a las posesiones.
Nuestra abudancia se hace evidente
momento a momento.
Al dar y recibir,
nos damos cuenta
hasta de las bendiciones más pequeñas.
Cuando dirijimos nuestros pensamientos
a las bendiciones de hoy,
nos llenamos de gratitud.