EJERCICIO PARA COMBATIR AL ALZHEIMER
Juan Fernando González G.
Las evidencias científicas muestran que la actividad física constante no sólo es recibida con beneplácito por músculos y sistema circulatorio, sino que también activa el funcionamiento del sistema nervioso e, incluso, favorece la regeneración neuronal.
En muchas ocasiones el mundo del deporte se convierte en espejo de las dificultades que debe enfrentar el ser humano y cómo puede superarlas. Así, un beisbolista sumamente afamado que haya caído en la adicción a las drogas será admirado luego de superar el trance, lo mismo que un futbolista que haya tenido la entereza y voluntad para vencer lesiones o alguna enfermedad.
Sirva la introducción para decir que las personas que practican deporte la mayor parte de su vida viven mucho mejor que las demás, no sólo porque benefician a músculos, sistema circulatorio y oxigenación al cerebro, sino porque la actividad física regular estimula la aparición de sustancias que, a su vez, favorecen la creación y funcionamiento de neurotransmisores (sustancias que transmiten información de una neurona a otra) e intervienen directamente en la creación de nuevas células del sistema nervioso central (cerebro y médula espinal), algo que hasta hace poco se creía imposible.
Seguramente le costará trabajo recordar a algún deportista connotado que haya padecido Alzheimer (enfermedad que genera pérdida gradual de memoria), y ello no es casualidad, ya que diversos estudios concluyen que quienes practican ejercicio regular cuentan con una barrera que los protege de este trastorno. Incluso cuando, a pesar de todo, la afección sorprende al atleta, la atrofia cerebral que experimenta es menor que la del resto de los enfermos.
Una de las investigaciones más serias al respecto fue realizada por un equipo de científicos dirigidos por el Dr. Jeffrey M. Burns, de la Universidad de Kansas (Estados Unidos), misma que contó con la ayuda de 121 personas mayores de 60 años. De este universo, 57 individuos padecían Alzheimer incipiente, mientras el resto no tenía ningún tipo de demencia (enfermedad que reduce las funciones cerebrales).
Quienes participaron en el sondeo debieron ejercitarse en una caminadora para comprobar su función cardiovascular (se midió el oxígeno que consumían durante la actividad) y se sometieron a una tomografía (prueba de imagen) para evaluar el volumen de su cerebro.
Los especialistas concluyeron que “las personas en los primeros estadios del Alzheimer que estaban en peor forma física tenían cuatro veces más deterioro cerebral que los participantes en forma o que no tenían demencia”. En otras palabras, los individuos con Alzheimer incipiente preservaron su función cerebral durante más tiempo, siempre y cuando practicaran ejercicio con regularidad.
“Las evidencias muestran que menor volumen cerebral está ligado a peor capacidad cognitiva, por lo que preservar esta condición a través del ejercicio podría traducirse en mejores habilidades cognitivas”, indica el reporte final.
Ejercicio toda la vida
Como es lógico, quien quiera pertenecer al grupo de personas con menos posibilidades de sufrir “la enfermedad del olvido” deberá practicar algún deporte en forma constante a lo largo de su existencia.
De hecho, hace poco se dio a conocer un estudio acerca del ejercicio y el aprovechamiento académico. El Dr. Charles Hillman, adscrito al Departamento de Neurociencias de la Universidad de Illinois, Estados Unidos, y varios colegas reclutaron a 259 estudiantes de tercer y cuarto grado de primaria, quienes aceptaron someterse a un programa de ejercicio y participar posteriormente en un examen de lectura y matemáticas para evaluar si había alguna relación entre su destreza física y su capacidad intelectual.
Los resultados fueron contundentes, toda vez que los infantes con mejor condición física tuvieron mayor talento para responder pruebas de habilidad mental. Ello ha contribuido a suponer que el ejercicio, en ciertos casos, ayuda a retrasar o evitar enfermedades como el mal del Parkinson (pérdida de capacidades intelectuales junto con temblores o sacudidas involuntarias) o la enfermedad de Alzheimer.
Vale la pena enfatizar que durante mucho tiempo se creyó que el cerebro era incapaz de desarrollar nuevas células nerviosas, pero la verdad es otra, ya que varias investigaciones han permitido concluir que basta con que alguien se someta a un régimen de ejercicio durante tres meses para que el cerebro responda positivamente.
Otros estudios han demostrado que la actividad deportiva es excelente estrategia para que las células nerviosas más viejas se regeneren e interconecten con efectividad, además de que opera como escudo contra enfermedades mentales en la tercera edad.
Mucho más que oxígeno
Los griegos intuían que el deporte y el intelecto mantenían una relación estrecha, y ello ha sido demostrado por varios grupos de expertos que concluyen que mayor aporte de sangre al cerebro contribuye a que exista mayor oxigenación y, por ende, células mejor nutridas.
Más aún, hoy la ciencia se vale de la Bioquímica para comprender mejor este complejo proceso, y por ello ahora se sabe que todo comienza en los músculos. Sí, porque cada que uno de ellos se contrae o relaja, libera sustancias que actúan directamente en el sistema nervioso central.
Hablamos en particular de una proteína llamada GF-1, la cual opera como un “capataz” que vigila la fabricación y funcionamiento de los neurotransmisores del cerebro y otras sustancias químicas que participan en el raciocinio del ser humano.
Una de ellas, dicen los científicos, es una especie de “fertilizante cerebral” llamado factor neurotrófico cerebral (BDNF, por sus siglas en inglés), el cual hace que las conexiones nerviosas ejecuten su labor a la perfección y que, además, se ramifiquen y se comuniquen mejor entre sí; todo ello permite que el individuo almacene información que en algún momento podrá usar. Es por ello que debe desterrarse el prejuicio de que una persona musculosa que gusta del ejercicio es mentalmente lenta.
A fin de apoyar esta afirmación es interesante conocer las investigaciones del Dr. Fernando Gómez Pinilla, adscrito a la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), quien estudió los efectos del BDNF en un grupo de ratas.
Los roedores estudiados se ejercitaron en una rueda durante varias semanas, pero a una parte de ellos se les bloqueó el BDNF con un medicamento.
Posteriormente, todos los animales fueron sometidos a una prueba de inteligencia o astucia, que consistió en buscar un objeto oculto bajo el agua. El grupo que cumplió su misión rápidamente fue el que recibió los efectos del BDNF, mientras que el otro no respondió con igual precisión.
Así las cosas, muchos grupos científicos de todo el mundo trabajan en el campo de la neurogénesis, es decir, el proceso que involucra la generación de nuevas neuronas a partir de células madres, las cuales, se sabe ahora, se encuentran en todo nuestro organismo.
El ejercicio, reiteramos, es el gran motor de esta producción neuronal, aunque es fundamental que sepamos que basta con un mes de inactividad para que los astrocitos, células que dan soporte a las neuronas, empiecen a reducir su tamaño y a provocar un desorden en el sistema nervioso central.