La gratitud es una virtud que nace de la humildad de sentirse amados y de dejarse amar.
No es mercadería de cambio ni un deber, sino puro y gratuito amor.
El egoísta es ingrato no porque no le guste recibir,
sino porque no le agrada reconocer que debe algo a otros.
La gratitud es un eco de la alegría del que da,
la ingratitud en cambio es como un agujero negro de egoísmo que se traga la alegría de quien ama.
Es un sentimiento más fuerte que la esperanza;
quien es agradecido sabe que posee mucho de bueno.
Y esta convicción lo hace feliz y seguro de sí mismo...
Los ingratos, por el contrario, son incapaces de sentirse satisfechos y felices.
Viven permanentemente inquietos y añorando lo que no tienen y ansiando lo que querrían.
Autor desconocido