Cuando tengo un moretón, observo que este cambia de color a medida que sana. Cuando tengo la influenza, espero que la fiebre baje como una señal de mejoría. Puede que la curación no siempre sea aparente, mas confío en que la Vida divina restaura mi salud.
Cuando no me sienta saludable, en paz o gozoso, determino volverme receptivo al poder sanador de Dios. La salud surge de la plenitud divina en mí. Al centrar mis pensamientos en la vida perfecta que soy, la paz perfecta que soy y el gozo perfecto que soy, suscito la curación en mí. Oro con fe en el resultado divino, y dejo ir cualquier duda acerca de cómo o cuándo sanaré.
Pero para ustedes que me honran, mi justicia brillará como la luz del sol, que en sus rayos trae salud.—Malaquías 4:2
El Rev. Martin Luther King Jr. dijo una vez: “La fe es subir el primer escalón aunque no puedas ver toda la escalera.” El Dr. King utilizó el poder de la fe para vencer retos aparentemente invencibles. En mí yace ese mismo poder divino, y puedo utilizarlo para lograr mis sueños.
Bien sea que sueñe con escribir un libro, navegar alrededor del mundo o llevar a cabo un cambio efectivo en mi comunidad, yo también he de subir el primer escalón aunque no pueda ver “toda la escalera”.
Si el temor o la duda surgen, me dirijo a mi interior y permito que la presencia de Dios me apoye en mente, cuerpo y espíritu. Mi camino se aclara, un paso a la vez. Cuando tengo fe, mis sueños dan frutos.
Feliz quien recibe ayuda del Dios de Jacob … Él siempre mantiene su palabra.—Salmo 146:5, 6