Cada día de mi vida aumenta mi conciencia de quién soy y lo que soy: una creación divina creada a imagen y semejanza de Dios. Soy sustancia divina en un cuerpo humano —un alma que experimenta la vida. Cada experiencia me da la oportunidad de expandir mi conciencia espiritual y vivir más abundantemente. ¡Exploro la vida con emoción!
Vivo cada día con gozo y entusiasmo. El poder del entusiasmo divino me guía hacia mi bien. Cada día me proporciona oportunidades nuevas y ricas para amar la vida.
Como expresión de Dios, soy dirigido de manera divina. Al tener presente que soy un ser espiritual que experimenta una vida terrenal, disfruto de una existencia maravillosa.
Sirvamos al Señor con espíritu ferviente.—Romanos 12:11
Libre de temor, celebro los regalos que me brinda la vulnerabilidad.
Cuando doy poder a mis temores, soy como un caballero medieval en su armadura. Mis defensas me escudan de mis temores, mas también me impiden tener un vínculo humano auténtico. Cuando dejo ir cualquier preocupación acerca de ser lo suficientemente bueno, soy libre para crecer y alcanzar mi pleno potencial. Al dejar ir el temor a ser lastimado, puedo experimentar todos mis sentimientos.
Tengo presente que soy digno, y abro mi corazón para dar y recibir amor. Elijo ser vulnerable en vez del estar a la defensiva; la humildad en vez de la agresión. Permito que mi corazón se abra a todo lo que es. Vivo desde mi centro de amor y trato a los demás como me gustaría ser tratado.
Pero los humildes heredarán la tierra y disfrutarán de gran bienestar.—Salmo 37:11
El amor sanador se siente como un baño tibio y reconfortante. Soy amado y apoyado, y tengo presente que todo promueve mi curación. El amor de Dios me calma y alivia cualquier dolor. Recibo alivio al abrir mi corazón al Amor Divino.
En este momento, me siento renovado y restaurado. Mi respiración fluye suave y naturalmente. Con cada aliento, experimento más salud y paz. El proceso sanador de Dios obra desde la punta de mi cabeza hasta la punta de mis pies. Cada célula trabaja en armonía y cada órgano responde positivamente. El amor de Dios unifica mi mente, cuerpo y espíritu. La energía sanadora fluye en mí y por medio de mí. Afirmo mi unidad con el Amor Divino, la fuente de toda curación.
Mi Señor y Dios, te pedí ayuda, y tú me sanaste.—Salmo 30:2
A medida que la vida surge en el mundo natural, mi mundo interno florece.
En la primavera las flores se abren hacia la luz del sol. La tierra y las nuevas hojas son alimentadas y refrescadas por la lluvia. Los pájaros entonan canciones de gozo. A medida que la vida surge en el mundo natural, mi mundo interno también florece. ¡Siento que el aire fresco del Espíritu se mueve por todo mi ser!
En esta estación de nuevo crecimiento, las ideas divinas son las semillas en mi mente, y mi conciencia florece con nueva comprensión espiritual. Siento vitalidad en mi cuerpo a medida que danzo y me muevo alegremente. Canto afirmando mis sueños y las nuevas posibilidades ante mí. Recibo la estación de la nueva vida con un corazón abierto y un espíritu gozoso y expectante.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad.—Juan 1:4