Cuando me fijo metas, oro para que mi camino se aclare. Centro mis pensamientos y acudo al lugar apacible en mí. En la quietud, estoy atento a la guía divina. ¿Qué he de hacer? ¿Cómo debo hacerlo? Tener claridad es el primer paso hacia el logro de mi visión. Imagino un vaso lleno de agua cristalina, y Le pido al Espíritu que me dé la misma claridad acerca de mi dirección futura.
Confío en que mi camino se desenvuelve de manera perfecta en el momento correcto. Todo está en orden divino. Guiado de manera divina, sigo el camino claro de mi visión. Alineado con el Espíritu, avanzo hacia mi meta con aplomo y confianza. Lo que una vez estuvo más allá de mi alcance, ahora está cerca de mis manos.
Jesús le puso otra vez las manos sobre los ojos, y el ciego recobró la vista y pudo ver a todos de lejos y con claridad.—Marcos 8:25
Reclamo mi libertad cuando hago a un lado las creencias erróneas. Dejo ir hábitos que no son para mi mayor bien y dirijo mi atención al bien en mí. Consciente de lo que me detiene, lo libero determinadamente. Por medio de la auto observación y la introspección, me vinculo con mi ser más profundo. El Espíritu fluye por medio de mí.
Voluntaria y serenamente dejo ir lo que ya no necesito. Liberar lo antiguo abre el camino para nuevo crecimiento y autoexpresión. Discernimientos e ideas florecen en mí, así como también perspectivas y oportunidades. Me comprometo a vivir y expresarme partiendo de mi centro espiritual, mi ser verdadero. ¡Soy libre, alabado sea Dios! ¡Soy libre!
No hagan memoria de las cosas antiguas. Fíjense en que yo hago algo nuevo, que pronto saldrá a la luz.—Isaías 43:18-19
Al estar consciente del momento presente, reconozco lo preciosa que es la vida: mi propia vida, mis familiares y amigos y todo el mundo. Bien sean mis emociones positivas o retadoras, las recibo como parte del regalo exquisito de estar vivo.
En este momento, siento la energía y el poder de la vida en mí y a mi alrededor. En este momento, experimento el éxtasis de saber que soy uno con lo Divino. En este momento, siento la paz absoluta de Dios en el centro de mi ser.
Vivo plenamente en el presente, con la seguridad de que la presencia de Dios me guía e inspira. Estoy verdaderamente vivo. Aprovecho al máximo cada día, y doy gracias por las bendiciones que recibo. Todo está bien, aquí y ahora, ¡y mi corazón reboza de alegría!
Y éste es el momento oportuno; éste es el día de salvación.—2 Corintios 6:2