La psiquiatra suiza-americana Elisabeth Kübler Ross comparó a las personas con los vitrales. “Resplandecen cuando hay sol, pero cuando viene la oscuridad su belleza interna es revelada sólo si hay luz en su interior”.
Aun cuando el mundo externo parezca oscuro o sombrío, continúo expresando aprecio y gozo profundos porque sé que la luz de Dios resplandece desde mi interior. Esta luz interna me eleva y sostiene constantemente, iluminando mi camino. Irradio gratitud por la armonía, prosperidad y belleza que me rodean.
Soy un faro que irradia la luz de Dios. La vida divina obra por medio de mí para ofrecer gracia, fortaleza y belleza a todas las personas que encuentro.
Allí no volverá a haber noche; no hará falta la luz de ninguna lámpara ni la luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará.—Apocalipsis 22:5
Reconozco y respondo a lo sagrado en toda manifestación de vida.
Un hermoso parque nos invita a un picnic y a jugar. Sin embargo, algunas personas pueden estar tan apuradas que no se detienen para admirar su belleza. La vida es sagrada. Al tomar tiempo para aclarar nuestra visión, nos elevamos a un nivel de conciencia más alto, un lugar donde nuestra visión está libre de la negatividad.
Cuando estamos listos y dispuestos a compartir nuestro gozo, apreciamos lo sagrado en toda la creación. Estamos dispuestos a ofrecer amor y esperanza, apoyando a un ser querido u ofreciendo una sonrisa a un extraño. Mantenemos la visión sagrada de toda vida y de todo lo bueno que Dios creó para que compartiéramos. El Espíritu divino ilumina el camino.
Ananías … había tenido una visión en la que el Señor lo llamaba por su nombre. Ananías había respondido: “Aquí me tienes, Señor”.—Hechos 9:10