Si el preocuparse puede ser un hábito, entonces, considerar mis inquietudes con serenidad también puede serlo. Yo decido. Puedo evitar el estrés recordando que incluso antes de que mis necesidades surjan, la Presencia divina ha preparado la solución.
Tengo las herramientas que necesito para vivir con fortaleza y valor. La fe me lleva al camino que he de tomar. El amor divino me provee seguridad, consuelo y fortaleza. La imaginación abre mi mente a las posibilidades ilimitadas. Centrado en Dios y consciente de la presencia divina, disfruto de paz y quietud.
Ante cualquier situación, la respuesta que busco, la serenidad que necesito, están en el lugar donde mora el Espíritu.