Caminar por las aguas, oh, Señor, sería perfecto, también nadar en el desierto, volar contra el viento... y hasta la utopía de vivir en paz.
No tiene límites la imaginación creadora cuando nos prestas tu divina escalera para subir hasta el infinito o para bajar hasta el fondo del mar, para dejarnos bucear por tu espacio sagrado y sin rumbo fijo, tan solo flotar.
Para viajar en el tiempo, para encontrarnos con los seres queridos que ya no están y con los hijos crecidos que ya no veremos, pero que en algún rincón del alma podemos pintar.
¡Qué grato sería!, oh, Señor, atrapar la inocencia y encerrarla en un frasco de impecable cristal y rodearla de algodones para que no se destruya, ni se diluya en las sombras de esta "vida real".
Permíteme hoy olvidarme de todo, salir de este mundo enlazando a las nubes con la tierra y el mar. Permíteme hoy ser suave luz en tu hogar, disolverme en el viento y fundirme en tu esencia, vaciarme en tu presencia, subirme en un globo y sin temor a la altura con toda soltura, dejarme llevar.