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Allí donde termina el firmamento, es decir, en las altas arboledas, se enredan volantines: y es el viento quien los deja caer en las veredas.
Y los nińos, alegres, van tras ellos empujándose, apresuradamente: los reflejos del sol en sus cabellos esparcidos encima de la frente.
Baten alas gorriones y zorzales en el cielo azulado cual estrellas despiertas en los árboles frutales.
Y en el aire semejan a centellas aquellos volantines, son cristales con el paso del tiempo: sólo huellas.
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CRISTINA |
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