¡Con qué desprecio he visto a los que sueñan, y ahora estoy preso en su sortilegio, atrapado en su red!
¡Con qué morboso deleite te introduzco en la casa abandonada, y te amo mil veces de la misma manera distinta!
Esos sitios que tú y yo conocemos nos esperan todas las noches como una vieja cama y hay cosas en lo oscuro que nos sonríen.
Me gusta decirte lo de siempre y mis manos adoran tu pelo y te estrecho, poco a poco, hasta mi sangre. Pequeña y dulce, te abrazas a mi abrazo, y con mi mano en tu boca, te busco y te busco.
A veces lo recuerdo. A veces sólo el cuerpo cansado me lo dice.
Al duro amanecer estás desvaneciéndote... y entre mis brazos... sólo queda tu sombra.