La joven asintió en silencio..
- Y tú, Toro Bravo -siguió el brujo-, deberás escalar la montaña del trueno y cuando llegues a la cima, encontrar la más bravía de todas las águilas; y solamente con tus manos y una red deberás atraparla sin heridas y traerla ante mí, viva, el mismo día en que vendrá Nube Alta. Salgan ahora..
Los jóvenes se miraron con ternura y después de una fugaz sonrisa salieron a cumplir la misión encomendada, ella hacia el norte y él hacia el sur…
El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con sendas bolsas de tela que contenían las aves solicitadas. El viejo les pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas. Los jóvenes hicieron y expusieron ante la aprobación del viejo los pájaros cazados. Eran verdaderamente hermosos ejemplares, sin duda lo mejor de su estirpe...
- ¿Volaban alto? preguntó el brujo.
- Sin duda, aquí están como lo pediste… ¿y ahora? -preguntó el joven- ¿Los mataremos y beberemos el honor de su sangre?
- No -dijo el viejo-.
- ¿Los cocinaremos y comeremos el valor de su carne? -preguntó la joven.
- No -repitió el viejo- Hagan lo que les digo: tomen las aves y átenlas entre sí por las patas con estas tiras de cuero. Cuando las hayan anudado, suéltenlas y que vuelen libres.
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El guerrero y la joven hicieron lo que se les pedía y soltaron las aves. El águila y el halcón intentaron levantar vuelo pero sólo consiguieron revolcarse en el piso. Unos minutos después, irritadas por la incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre ellas hasta lastimarse.
- Este es el conjuro. Jamás olviden lo que han visto. Son ustedes, como un águila y un halcón: si se atan el uno al otro aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose, sino que además tarde o temprano, empezarán a lastimarse uno al otro.
Si quieren que el amor entre ustedes dure…“
vuelen juntos pero jamás atados”.