Cuando al final, para darles las gracias, intentas darles una propina ellos renuncian y piden en cambio que los lleves a Plaza España. Si aceptas suben y se sientan en los asientos posteriores. Mientras conduces empiezan a hacerte miles de halagos y comienzan a masajearte, unos masajes tan bien hechos que te es imposible negarte. Cuando llegas a tu destino, uno de ellos, haciéndose el agradecido, se sube en el asiento anterior y te echa un polvo bestial con un arte que te es imposible negarte, mientras el otro, sin darte cuenta te roba la bolsa del pan y los yogures.
Con este ingenioso sistema me han robado la compra el martes, el miércoles, dos veces el jueves, otra vez el sábado y probablemente también mañana por la tarde.