Mientras la barriada
come en “El Obrero”
con su lanzallamas de inflamar los sueños
llega hasta la esquina
de Quiero y No Puedo
al paso tan lento del amor.
Cada medianoche
ronda en el silencio
por si a Buenos Aires salen a cantarle
La Canción del Miedo.
Y trepando el aire
pinta con su aliento
“La distancia a Marte ni es la cuarta parte de lo que te quiero”.
Cuando el sol renace,
maquillando el cielo,
va hasta el bar del Chino
galopando sobre torbellinos negros.
Y sin más poesía
que empezar de nuevo
vuelve por el río para oír los trinos del violín de Becho…
Por esa manía
de angel cabulero
baila con la parca cruzando los dedos,
y la va arrimando
cerca del brasero
donde se cocina la traición.
De su vida guarda
sólo un par de sueños:
ver los olivares que sembró el abuelo,
y dejar la farsa
de jugar al muerto,
cuando lo que sobra es ilusión.