Quería verme
Nos habíamos conocido al otro lado de la calle. La apariencia pulcra y su aire distante le conferían una reposada belleza. A pesar del bullicio del tránsito, pude oír cuando, aferrada a mi brazo, me dijo: - Gracias. Me encantaría poder verte alguna vez. Sonreí halagado. Acaso mi modestia y una deformación profesional: soy psicólogo, me llevaron a decirle: - Gracias a vos, pero creo que proyectás en mí una carencia que debe tener raíces en tu infancia… Se encogió de hombros y balbuceó: - Sí,… supongo que sí… Desplegó su bastón blanco y se marchó.
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