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POEMAS DE NANIA: poema para poner
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De: nania2 (Missatge original) |
Enviat: 12/07/2010 12:55 |
MIS MANOS
Mis manos en reposo se curban ellas solas como si una manzana anidara en sus dedos... Hoy he descubierto que así fueron moldeadas para ungir de caricias las puntas de tus senos.
RECÓNDITO CERROJO
Acurrúcate desnuda entre mis brazos, apoya la cabeza en mi mejilla y recoge tus cabellos, que mis primeras caricias serán para tu nuca. Para esa bella frontera entre el cuerpo y la cabeza. Para el recóndito cerrojo de tu profundo erotismo cuya enigmática llave sólo mis manos poseen.
Mis manos sobre tu nuca danzan. Mis uñas la cortejan. Mis palmas la agasajan. Mis dedos la acarician. Y por la magia de mi pasión, palmas, uñas y dedos lentamente se transforman...
Conejillos de felpa retozan entre tus vértebras (y tu soplo en mi cuello se acelera). Orugas de tul suben y bajan collados (y tus hombros en mis brazos se estremecen). Hormiguitas de satén recorren las hondonadas (y tus caderas sobre mí caracolean). Pichones de terciopelo picotean tu cerviz (y tus pezones erguidos contra mi torso titilan). Alondras de seda azul aletean en tu espalda (y tus nalgas ondulantes ante mis ojo tiritan). Escarabajos de raso se esparcen por tu columna (y tus muslos encrespados con los míos se requiebran).
Y después...
Cuchillos de arena penetran en tu cuello. Arados de nieve roturan tus lomos. Diamantes de espuma rasguñan tus omóplatos. Colmillos de agua muerden tus costados. Látigos de miel enroscan tu cintura. Granizada de pétalos golpea tu dorso y copos de fuego te recubren...
¡Oh, mi Reina! Perdón. Si tú lo ordenas me detengo. ¿Largo ha que el cerrojo está abierto? Procedamos entonces...
MIS MANOS
Mis manos en reposo se curban ellas solas como si una manzana anidara en sus dedos... Hoy he descubierto que así fueron moldeadas para ungir de caricias las puntas de tus senos.
RECÓNDITO CERROJO
Acurrúcate desnuda entre mis brazos, apoya la cabeza en mi mejilla y recoge tus cabellos, que mis primeras caricias serán para tu nuca. Para esa bella frontera entre el cuerpo y la cabeza. Para el recóndito cerrojo de tu profundo erotismo cuya enigmática llave sólo mis manos poseen.
Mis manos sobre tu nuca danzan. Mis uñas la cortejan. Mis palmas la agasajan. Mis dedos la acarician. Y por la magia de mi pasión, palmas, uñas y dedos lentamente se transforman...
Conejillos de felpa retozan entre tus vértebras (y tu soplo en mi cuello se acelera). Orugas de tul suben y bajan collados (y tus hombros en mis brazos se estremecen). Hormiguitas de satén recorren las hondonadas (y tus caderas sobre mí caracolean). Pichones de terciopelo picotean tu cerviz (y tus pezones erguidos contra mi torso titilan). Alondras de seda azul aletean en tu espalda (y tus nalgas ondulantes ante mis ojo tiritan). Escarabajos de raso se esparcen por tu columna (y tus muslos encrespados con los míos se requiebran).
Y después...
Cuchillos de arena penetran en tu cuello. Arados de nieve roturan tus lomos. Diamantes de espuma rasguñan tus omóplatos. Colmillos de agua muerden tus costados. Látigos de miel enroscan tu cintura. Granizada de pétalos golpea tu dorso y copos de fuego te recubren...
¡Oh, mi Reina! Perdón. Si tú lo ordenas me detengo. ¿Largo ha que el cerrojo está abierto? Procedamos entonces...
MIS MANOS
Mis manos en reposo se curban ellas solas como si una manzana anidara en sus dedos... Hoy he descubierto que así fueron moldeadas para ungir de caricias las puntas de tus senos.
RECÓNDITO CERROJO
Acurrúcate desnuda entre mis brazos, apoya la cabeza en mi mejilla y recoge tus cabellos, que mis primeras caricias serán para tu nuca. Para esa bella frontera entre el cuerpo y la cabeza. Para el recóndito cerrojo de tu profundo erotismo cuya enigmática llave sólo mis manos poseen.
Mis manos sobre tu nuca danzan. Mis uñas la cortejan. Mis palmas la agasajan. Mis dedos la acarician. Y por la magia de mi pasión, palmas, uñas y dedos lentamente se transforman...
Conejillos de felpa retozan entre tus vértebras (y tu soplo en mi cuello se acelera). Orugas de tul suben y bajan collados (y tus hombros en mis brazos se estremecen). Hormiguitas de satén recorren las hondonadas (y tus caderas sobre mí caracolean). Pichones de terciopelo picotean tu cerviz (y tus pezones erguidos contra mi torso titilan). Alondras de seda azul aletean en tu espalda (y tus nalgas ondulantes ante mis ojo tiritan). Escarabajos de raso se esparcen por tu columna (y tus muslos encrespados con los míos se requiebran).
Y después...
Cuchillos de arena penetran en tu cuello. Arados de nieve roturan tus lomos. Diamantes de espuma rasguñan tus omóplatos. Colmillos de agua muerden tus costados. Látigos de miel enroscan tu cintura. Granizada de pétalos golpea tu dorso y copos de fuego te recubren...
¡Oh, mi Reina! Perdón. Si tú lo ordenas me detengo. ¿Largo ha que el cerrojo está abierto? Procedamos entonces...
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