La importancia de decir "NO"
En la época del "Ni", hay un "No" ... NO
Hugo Filkenstein.
"No" es no y hay una sola manera de decirlo.
No.
Sin admiración, ni interrogantes, ni puntos suspensivos.
No, se dice de una sola manera.
Es corto, rápido, monocorde, sobrio, escueto.
No.
Se dice una sola vez, No.
Con la misma entonación, No.
Como un disco rayado No.
Un No que necesita de una larga caminata o una reflexión en el jardín, no es No.
Un no que necesita explicaciones y justificaciones no es No.
No tiene la brevedad de un segundo.
Es un no, para el otro porque ya fue para uno mismo.
No es No, aquí y muy lejos de aquí.
No, no deja puertas abiertas ni entrampa con esperanzas, ni puede dejar de ser No,
aunque el otro y el mundo se pongan patas para arriba.
No, es el último acto de dignidad.
No, es el fin de un libro, sin más capítulos ni segundas partes.
No no se dice por carta, ni se dice con silencios, ni en voz baja, ni gritando, ni con la cabeza gacha,
ni mirando hacia otro lado, ni con símbolos devueltos; ni con pena y menos aún con satisfacción.
No es No, porque No.
Cuando el no es No, se mira a los ojos y el no se descuelga naturalmente de los labios.
La voz del No no es trémula ni vacilante, ni agresiva, no deja duda alguna.
Ese No no es una negación del pasado, es una corrección del futuro.
Y sólo quien sabe decir No puede decir sí.
¿Por Qué Nos Cuesta Trabajo Decir “No”?
¿Alguna vez te has encontrado en una situación en la que aceptas hacer algo que en realidad no querías?
A todos nos ha pasado. Te invitan a una boda a la que no tienes ganas de asistir, pero dices “Sí, claro, ahí estaré”. Tu tía te regala un suéter con puntos morados para navidad y al preguntar si te gusta, dices: “¡Me fascina!”. Tus compañeros del trabajo organizan una cena y aunque prefieres irte a descansar a tu casa, no sabes cómo negarte y terminas asistiendo.
Hay muchas razones por las cuales nos cuesta trabajo decir “No”. Por supuesto, depende de la situación, y de la persona. Hay situaciones en las que es prácticamente imposible decir “No”, como cuando tu jefe te “pide” que te quedes a una junta muy importante después de tu horario de trabajo. Existen otras en las que suele ser más fácil, como cuando llega a pedirnos dinero en la calle quien obligadamente te limpia el parabrisas del carro.
La dificultad para decir “No” es algo normal y adaptativo en cierta medida. Como en todas las conductas humanas, existen los extremos, y mientras más nos acercamos a uno u otro, comenzamos a tener problemas.
En el caso de saber decir “No”, en un extremo están las personas a las que prácticamente nunca les cuesta trabajo decirlo. Estas personas que de primera instancia pudieran parecer muy seguras de si mismas, suelen tener muy poca capacidad para empatizar con las necesidades de los demás y por lo mismo tienen fuertes problemas interpersonales.
En el otro extremo están aquellos a los que les es prácticamente imposible decir “No”, y viven su vida resolviendo las necesidades de otros anulándose a sí mismos y a sus propias necesidades y deseos.
El decir “No” es difícil cuando implica ir en contra de las expectativas o deseos de otro, es decir, cuando nos piden algo o esperan algo de nosotros, ya sea una reacción determinada, una opinión, una conducta, etc., o cuando otra persona manifiesta su deseo y depende de nosotros satisfacerlo.
Mencionamos anteriormente que esta dificultad para negarnos es, en cierta medida adaptativa, ya que efectivamente hay situaciones en que socialmente nos es más conveniente y funcional decir “Sí”, aunque en el fondo quisiéramos decir “No”.
El conflicto surge específicamente cuando se encuentran dos necesidades opuestas. Si alguien nos pide hacer algo que sí deseamos hacer, no hay conflicto alguno. Son dos necesidades que van en la misma dirección. Pero si nos piden hacer algo que nosotros no deseamos hacer, es cuando entramos en conflicto. Tenemos que decidir a qué necesidad darle prioridad, si a la mía, o a la del otro.