CIERRA LOS OJOS POR UN MOMENTO ... Y ... ¿ VAMOS ? ...
Cuando estés relajado , tranquilo y tu imaginación se disponga a soñar , cierra los ojos y sentirás cómo mi mano toma la tuya
para llevarte a volar sobre mi isla. Nos elevaremos despacito , sintiendo la cálida brisa acariciándonos y el sonido de las olas
rompiendo en los acantilados. Sobre un mar verde , transparente y límpio , los botes de los pescadores se van acercando a la isla
para vender su pescado fresco , chicharros y viejas aún enganchados en las redes , que brincan sobre el suelo de las pequeñas embarcaciones.
Pasaremos sobre pueblos blancos que huelen a pan recién hecho y veremos a los labradores que ,encorvados , trabajan sus vides
o siembran papas y hortalizas.
Al pasar por las plataneras algún perro guardián nos saludará con sus ladridos y la mujer del vigilante , que en el corral da de comer
a las cabras y los conejos , lo silenciará a gritos para poder escuchar el canto de su hija mientras riega las flores del balcón.
Alejándonos de la costa , seguiremos subiendo para acercarnos a los pinares que cubren las medianías de las altas montañas.
Volaremos bajito para poder disfrutar del aroma de los pinos , que se cimbrean cadenciosos al compás de la brisa y ,en uno
de los claros del bosque , cubierto por una alfombra de florecillas blancas y amarillas, podremos descansar unos minutos
antes de remontar el vuelo hacia la cima de las montañas.
Marrones , negros , rojos , amarillos , blancos ... infinitos colores indescriptibles son los de la tierra que cubre las cumbres,
apenas sin vegetación ,desde donde majestuoso, a lo lejos, se divisa el padre Teide con alguna que otra cana que,
del pasado invierno,aún conserva en esta época.
Nos adentraremos por las cañadas entre ríos de lava petrificada y llanuras de arena blanca y , al fin ,
estaremos a los pies del Teide , rodeados de sus guardianes , inmensos monolitos que , sin intención , te hacen sentir pequeño.
Mientras se difumina la estela de colores rojos y naranja que , al caer la tarde , el sol ha dejado en el horizonte,
esperaremos la llegada de la noche viendo cómo se va cubriendo de estrellas el cielo , tantas que parece no quedar lugar
para una más y tan cerca que temeremos tropezar con ellas en nuestro vuelo.
Lo aceptamos . Nunca nos crecerán alas . Pero aún tenemos nuestras manos para tocar el cielo ...
Anónimo