Mirarnos al espejo es algo cotidiano.Vernos en él no es algo que ocurre con frecuencia.
Y no hablo de que el reflejo nos devuelva la imagen de una incipiente cana o una nueva arruga. Hablo de despertar un día y que esa tarea habitual de ponernos de pie frente al espejo nos patee en medio del ser, nos demore la rutina y nos obligue a vernos con los ojos bien abiertos.
Duele la mirada al darnos cuenta que somos menos de lo que pretendimos ser.