Arráncame de tu alma como se apartan los yuyos que entorpecen el rosal. Tira mi recuerdo al cesto de papeles inútiles, quema mis cartas en el fuego que nos cobijó tantas veces.
Mientras yo desgarro mis sueños hasta reducirlos a cenizas; mientras aguardo vencida mi abyecto destino, borra tú mi espíritu de tu carne, para que no te ronde perturbando tu paz.
Así he de pagar mi culpa de amar lo prohibido, de arruinar un bello nido, de andar por la vida sin camino. Porque no es justo robar algo tan bello, tan escaso, tan poco común. Y si muero al olvidarme tú será una muerte dulce como lo fueron tus besos.
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