No era el amor que le llamara su atencion. Hablaba como un indio del Far- West: «hombre alto», «boca larga». Era de color. pero logro su piel blanca
y siempre había un teléfono donde llamarlo cuando
la noche era más larga, más amarga, más lenta. Por las villas de canos jubilados de Holanda, por la «suite» de la vieja dama inglesa,
la viuda o divorciada más allá de los ácidos, por el apartamento oscuro del borracho, surgía su desnudo auroral como Jonia. Era animal de dicha y entraba fiel, ruidoso, un grueso calabrote de plata por el cuello... Sobre muebles de Herraiz o lacas chinas, biombo bermellón de zancudas doradas, o en raída moqueta o taquillones de castellano clasicos-antiguos iba dejando las botas deportivas, los calcetines blancos, el pequeño taparrabos celeste, la camiseta como de un pecho sin defensa. Portador de alegría, tal un dios de tobillos alados que bajara a los orcos humanos ahuyentaba la lágrima, la carta, los somníferos, la desesperación y su lívida mecha. Y una noche soñe oir su lengua por mi oído, «Quisiera haberme muerto». (A un amigo de tu admirador)____e.m.___
e.m.
|