"Icaro despertó esa mañana sin saber que ese día sentiría el vacío, tan solo pensaba que en unos minutos el aire sería su elemento.

Las Alas de cera, construidas por su padre Dédalo, se encontraban pegadas a sus manos. Las sentía como una prolongación de sus ansias por conocer lo que sentían y veían los pájaros.

Este afán por elevarse más y más alto, le hizo olvidar que el hombre había nacido y evolucionado en el suelo y que el aire era exclusivo de los moradores celestes.

Alzó sus alas al viento y sintió que una fuerza poderosa lo elevaba hasta llegar a las nubes, pero el aire tenia otro rey, más celoso de dejar entrar a los humanos en su reino, el gran Helios, envidioso que Eolo impulsara a los mortales a su reino, mandó su energía y derritió sus alas. Icaro se precipitó al vacío, sintió la eterna caída y el suelo fue la meta de su sueño.

Me gusta pensar que Icaro no murió, tan solo aprendió la lección, y a partir de este momento Icaro tan solo dejó que fueran sus alas las que invadieran el reino de Helios, y que cabalgaran en los lomos de Eolo, unidas por unos hilos desde el suelo. A partir de este momento Icaro fue feliz, pero sintió envidia de sus alas..."