La mujer
de la espada cuadrada
Había una
vez, hace mucho mucho tiempo, en un lugar no muy lejano, donde los bandidos iban
a las casas para robar, matar y saquear lo que querían, una mujer con una espada
rota que creía mágica. Una espada con la empuñadura cuadrada.
Esta
mujer se refugiaba en su casa y cuando por la noche se hacia obscuro, sacaba su
espada cortada por la mitad con la empuñadura cuadrada y se preparaba para lo
peor, pues no quería que entrasen los bandidos y la encontrasen sola e
indefensa. Las empuñaduras de las espadas normalmente no son cuadradas, son
circulares, pero esta sí lo era y tenia unas esquinas mágicas por donde entraba
constantemente la calidez del amor de las personas, todo aquel que sentía ese
calor abandonaba las armas y la lucha y se hacia bueno de
corazón.
Paso que
un día entraron los bandidos en la casa de la mujer y la encontraron empuñando
la espada, pero la espada estaba rota y no les asusto, así que entraron y
empezaron a atacar a la mujer. Ella se asusto mucho, tuvo mucho miedo pero al
final decidió usar la empuñadura de la espada para defenderse y despistar,
cambio la forma de la espada y les golpeo a cada uno por la espalda mientras
robaban. Pero la mujer no estaba conforme con lo que había echo, decidió salir y
ataco también con la empuñadura de la espada al bandido que esperaba fuera
vigilando que no viniese nadie. Les dejó así inconscientes en el suelo de la
casa.
Ocurrió
que a la mañana siguiente se despertaron los bandidos y no recordaban nada de lo
que paso por la noche. Se vieron en una casa desconocida y no sabían por que
estaban allí. La mujer les despertó y les dejo quedarse una mañana pero sólo
porque ahora sabía que ya no podrían hacer nada, pues la empuñadura de la espada
era mágica y se habían vuelto mansos como los animales. Ahora les podría dejar
estar allí porque no podrían hacerle nada y ya no tenia miedo. Cuando se fueron
los bandidos, se sintieron muy perdidos pues algo en ellos había cambiado. La
mujer, sin embargo, se sentía muy contenta con lo que había echo: por un lado
había ayudado a unos hombres a encontrar su verdadero camino a la luz y a la paz
interior, y por otro, había ayudado a un pueblo entero acosado día y noche por
unos bandidos malvados que perseguían a la gente y robaban las casas. Ya no
tendrían de que temer, había cambiado el destino de las personas para
bien.
Paso el
día y la noche y nadie sospecho nada, pero a la mañana del día siguiente, cuando
la gente se empezó a encontrar y empezaron a hablar, se dieron cuenta que no
habían venido los bandidos ni en la noche, ni en el día anterior. Todo había
estado muy tranquilo.
-¿Ya no
tendremos que temer más a esos bandidos? - Se preguntaban en el pueblo - Tal vez
nos dejen en paz para que a partir de ahora podamos crecer y ser nosotros
mismos, para que llegue el amor y la libertad a nuestros corazones. Tal vez se
han ido y no regresen nunca más.
-
Volverán mañana. -, decían otros desde sus casas, aun
asustados.
Todos en
el pueblo tenían algo que decir, menos la mujer, pues ella sabía lo que había
pasado. No lo había contado porque no la creerían. Pero así fue: ella les ataco
con la empuñadura de su espada y se volvieron buenos y mansos como los corderos,
más mansos aun que una niña de 5 años, tranquilos y generosos, honrados, seres
limpios de alma y corazón. La mujer sonreía por dentro de lo que había logrado.
Su logro era mejor que cualquier otra cosa que pudiese haber echo en toda su
vida. Dormía tranquila y comía en paz. Se alegraba por dentro de darse cuenta
que había echo tal hazaña, por ella y por los demás. Había ayudado a mucha gente
y a partir de ahora quería ayudar a todo el mundo. Pensaba que a partir de
ahora, con su espada de empuñadura cuadrada podría sanar a la gente, y podría
hacerles ver la vida desde otro punto de
vista.
Ocurrió
que no paso ni dos días cuando uno de los hombres que había entrado en la casa
el primer día para robarla, entro de nuevo, pero ahora con otro fin. Quería a la
mujer como esposa. Ella estaba atónita. Cuando el hombre entró la otra vez,
estaba sucio y olía mal, estaba cansado y tenía la cara manchada. Tuvo miedo de
él, porque aunque ahora estaba limpio, trajeado, olía bien y era educado,
recordaba que una vez no fue así, y creyó que algún día podría volver a ser
sucio, tan sucio que resultase desagradable. Ya no podría fiarse de aquel
hombre. Sentía un rencor por dentro de que alguna vez había sido mal hombre, y
ahora no podría ayudarle ni estar con él como pudiera estar con cualquier otra
persona.
El
hombre, herido y desilusionado, se marchó, pero en su alma se guardo una herida
de rechazo. Sabía que la mujer le amaba pero ella no era capaz de verle como de
verdad era. Aquella mujer le veía como le había visto en el pasado, antes de que
todo cambiase, antes de que su mal hubiese
desaparecido.
Y ocurrió
que al día siguiente volvió otro de los antiguos bandidos a la casa de la mujer
y también le pidió matrimonio. Le dijo que era la mujer más hermosa del pueblo y
quería casarse con ella. La mujer no pudo aceptar la proposición porque
recordaba que aquel hombre había sido un hombre malo, malvado hasta medula, y
aunque había cambiado gracias a la empuñadura de la espada, ella creía que algún
día podría volver a ser malo. Así que el hombre se marchó, pero en el alma tenia
una herida de rencor y no podría amar a nadie más, pues se sentía malvado y
herido.
Y ocurrió
que al día siguiente volvió el primer hombre y le dijo a la
mujer:
- Tú que
me has rechazado porque una vez fui hombre sucio, toma mi suciedad, pues eres tu
quien la merece.
Y aquel
hombre le dio toda la suciedad en una mano y ella se volvió una persona sucia,
pero sucia de alma. Y la mujer empezó a oler mal, a sentirse sucia. El hombre
herido se marchó y ya sí que no volvió más. Ahora había cambiado a esa mujer.
Sabía que esa mujer odiaba la suciedad y ahora tendría que aprender a aceptarla
y amarse como era, sino no podría cambiar y
mejorar.
A partir
de ese entonces, durante todo el día, la mujer se lo pasaba limpiando. Intentaba
limpiar su casa, la porquería de su cuerpo, quitar el mal olor, pero la suciedad
estaba más profunda. No podía acabar con toda esa suciedad, todo estaba muy
sucio y todo olía muy mal, y tenia que habituarse a eso. No podía cambiarlo. Se
gustaba como era antes, antes de ser sucia, pero ahora no podía soportar lo que
ella era, creía que nadie la podría ver así de sucia. Y nadie creería que estaba
sucia sólo por no haber aceptado que las personas sucias pueden cambiar. Había
rechazado a una persona limpia sólo porque en otro tiempo fue sucio, y eso no
estaba bien. Esa persona le había dado toda su suciedad. Por eso estaba sucia,
pero nadie entendería esto.
Y ocurrió
que vino el otro hombre, el segundo hombre que le pidió matrimonio, y le dijo a
la mujer:
- Tú que
me has rechazado por haber sido malvado, toma mi maldad. Ahora sabrás lo que es
sentirte mal, querer odiar y desear el mal a todo el mundo. Ahora sabrás lo que
es no poder contener la rabia. Yo se que ahora tu vida cambiará. Tú misma has
destrozado mi corazón al rechazarme por haber sido malo, yo que he cambiado
merezco una oportunidad para mi nueva vida de bondad. Has buscado mi ruina al
recordarme e intentar hacerme ver que si fui malo en otro tiempo, en el centro
de mi alma seré malvado siempre.
Y la
mujer se volvió, y ahora tenía toda la maldad que antes tuvo aquel hombre. Ahora
era una mujer mala y se sentía malvada y no podía hacer nada para evitarlo. Se
sentía mal con ella misma porque había consentido aquello, y se sentía malvada
con lo demás porque le había tratado mal. La vida le había tratado mal: no se
había casado y cuando ayudo a todos no la respetaron, ni si quiera le dieron las
gracias. Ahora sentía ganas de vengarse de
todos.
Paso que
la mujer ahora era malvada y sucia, ahora era otra mujer. Pero la mujer tenía el
arma que podría cambiarla. Podría usar la empuñadura de la espada mágica como
hizo con los bandidos para curar el mal que había en ella y limpiar la suciedad
que no podía limpiar.
Saco
entonces la empuñadura de la espada y recordó lo que había pasado con los
hombres, recordó que ellos se volvieron buenos y sanaron y se limpiaron de
corazón, y sólo con tocar la empuñadura. Tendría que hacer lo mismo consigo
misma, y lo haría, pero no sentía ganas de cambiar. Ahora se gustaba tal y como
era, le gustaría cambiar pero no quería ser otra persona, quería ser ella misma.
Su maldad y su suciedad no querían irse tan fácilmente. Se aferraban a ella con
fuerza.
Por fin
un día decidió cambiar y cogió la empuñadura de la espada. Se la puso en el
pecho para que la cambiase y volver a ser como era. Después de un tiempo así vio
que no hubo ningún cambio. No pudo cambiar. Era la misma, igual de malvada e
igual de sucia. No cambio cuando lo intento, pero ¿por qué? Se preguntaba
ella:
-¿Por qué
a mi no me ayuda a ser mejor persona y más buena, y a los demás
sí?
Entonces
descubrió que no era una espada mágica. Descubrió que la espada y la empuñadora
cuadrada era como todas las espadas, normal. Había creído que era mágica porque
quería que aquellos hombres bandidos cambiasen y no la hiciesen daño. Su
confianza y su fe en ellos les había echo cambiar, les había echo ver la vida de
otra forma.
Luego,
cuando ellos volvieron a pedirla matrimonio, ella, ya no tenia esa confianza en
aquellos hombres. Les odiaba y les guardaba rencor. Ahora sólo era capaz de ver
que antes habían sido malvados y bandidos horribles, y les rechazo. Y cuando
ellos volvieron no le devolvieron su suciedad ni su maldad, fue ella misma la
que se había vuelto sucia y malvada al rechazar, al odiar, al guardar rencor, al
no querer ayudar. Y al sentir ese odio y ese rencor hacia todo, creyó de verdad
que aquellos hombres le habían dado su antigua maldad y su antigua suciedad,
pero era la suya propia.
Luego, no
era la espada la que cambiaba a las personas, sino la confianza puesta en ellas.
La fe, la confianza y el cariño. No existe ningún elixir mágico para que alguien
cambie, solo su fe, la confianza propia, y la confianza puesta por parte de los
demás.
Y así
paso que la mujer descubrió que no podría cambiar a no ser que cambiara por
dentro, desde ella misma. Dentro de cada persona esta la luz, el amor, la bondad
y todas las cualidades humanas que deseamos, ninguna barita mágica o empuñadura
de espada puede sacar a la luz esas cualidades si no se buscan desde dentro,
desde el corazón.