El sol nos olvidó ayer sobre la arena, nos envolvió el rumor suave del mar, tu cuerpo me dio calor, tenía frío, y allí, en la arena, entre los dos nació este poema, este pobre poema de amor para ti.
Mi fruto, mi flor, mi historia de amor, mis caricias.
Mi humilde candil, mi lluvia de abril, mi avaricia.
Existen personas en nuestras vidas que nos hacen felices por la simple casualidad de haberse cruzado en nuestro camino. Algunas recorren el camino a nuestro lado, viendo muchas lunas pasar, mas otras apenas vemos entre un paso y otro. A todas las llamamos amigos y hay muchas clases de ellos.
Tal vez cada hoja de un árbol caracteriza uno de nuestros amigos. El primero que nace del brote es nuestro amigo papá y nuestra amiga mamá, que nos muestra lo que es la vida. Después vienen los amigos hermanos, con quienes dividimos nuestro espacio para que puedan florecer como nosotros. Pasamos a conocer a toda la familia de hojas a quienes respetamos y deseamos el bien.
Mas el destino nos presenta a otros amigos, los cuales no sabíamos que irían a cruzarse en nuestro camino. A muchos de ellos los denominamos amigos del alma, de corazón. Son sinceros, son verdaderos. Saben cuando no estamos bien, saben lo que nos hace feliz.
Y a veces uno de esos amigos del alma estalla en nuestro corazón y entonces es llamado un amigo enamorado. Ese da brillo a nuestros ojos, música a nuestros labios, saltos a nuestros pies. Mas también hay de aquellos amigos por un tiempo, tal vez unas vacaciones o unos días o unas horas. Ellos acostumbran a colocar muchas sonrisas en nuestro rostro, durante el tiempo que estamos cerca.
Hablando de cerca, no podemos olvidar a amigos distantes, aquellos que están en la punta de las ramas y que cuando el viento sopla siempre aparecen entre una hoja y otra. El tiempo pasa, el verano se va, el otoño se aproxima y perdemos algunas de nuestras hojas, algunas nacen en otro verano y otras permanecen por muchas estaciones. Pero lo que nos deja más felices es que las que cayeron continúan cerca, alimentando nuestra raíz con alegría. Son recuerdos de momentos maravillosos de cuando se cruzaron en nuestro camino.
Te deseo, hoja de mi árbol, paz, amor, salud, suerte y prosperidad. Simplemente porque cada persona que pasa en nuestra vida es única. Siempre deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotros.
Habrá los que se llevarán mucho, pero no habrán de los que no nos dejarán nada. Esta es la mayor responsabilidad de nuestra vida y la prueba evidente de que dos almas no se encuentran por casualidad.
LLueve en mis dias grises, y por entre la lluvia... aparece un sol y mas al fondo un bello arco-iris, de una tierna esperanza de colores, entre las dunas, de aquella utopía que a fuerza de fe, brota en el oasis,
Es la lluvia que cae hoy, llevandose mis lagrimas... lavando mi dolor de aquel desamor, que me lastimaba, será por que en mi locura bendita, finalmente llegas... quiero que sepas que de igual forma, ya te esperaba !
Donde estabas tu dulce amor ? que hacías sin mi, hombre ? éstas letras mias llevan el olor a tierra mojada hoy... como si de verdad, yo veo cerca tu grandioso querer,
Suelta el paraguas de tu corazón, y deja que la lluvia, anide a rienda suelta en tu bella presencia de hombre... atesora mi palabra a tus sentidos, y descifra mi dolor.