Reflejos que iluminan
Así
evoluciona nuestra relación con la verdad.
Empezamos desconfiando de que alguna verdad exista.
Antes
o después descubrimos un pedacito de ella y nos enamoramos de nuestro
descubrimiento. Nos creemos superiores y dotados, portadores de una verdad única
e incuestionable. Con el tiempo nos vemos obligados a aceptar que hay otros que
también tienen su verdad; y después de intentar descalificarlos sin éxito, los
incluimos en la lista de elegidos, que por supuesto integramos, la nómina de
aquellos, que por supuesto integramos, la nómina de aquellos que encontramos la
verdad.
Finalmente nos damos cuenta de que la verdad no es
algo que alguien pueda poseer. Nos damos cuenta de que solamente podemos acceder
al tibio reflejo de su luz y esto ni siquiera permanentemente. Encontramos por
fin el lugar de la humildad del que sabe lo que no sabe y está decidido a
aprender.
Aceptemos pues que nadie tiene la verdad, en todo
caso poseemos, y por momentos, pequeños retazos de ella, reflejos de una verdad
mayor que nos ilumina a todos.
a/d
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