La verdadera felicidad que tanto anhelamos está disponible para nosotros ahora mismo, no es necesario que alcancemos antes ninguna meta ni que se produzca primero ningún cambio en nuestras vidas. El logro de cualquier meta sólo nos provocará un bienestar pasajero, aunque nuestro "sentido común" nos asegure normalmente otra cosa: que la felicidad depende del cumplimiento de nuestros deseos. Siempre que no nos sentimos plenamente felices estamos esperando que alguna situación se resuelva "favorablemente", que algo cambie, que se solucione cierto problema, que se cumpla alguno de nuestros deseos. Pero a largo plazo, aún cuando alcancemos algunas de estas metas, el cuadro general parece ser siempre el mismo y la felicidad permanece como un estado ideal e inalcanzable. No hay nada de malo en tratar de cumplir nuestros deseos... ¡al contrario! Los anhelos y deseos son esenciales para darle sentido a nuestras vidas, nos señalan el camino que queremos recorrer. Pero si sentimos que sólo cuando se cumplan podremos ser felices entonces pasan a convertirse en "apegos", y se transforman precisamente en los obstáculos que nos impiden alcanzar la felicidad.