EL QUE NO ORA….
Se había invitado a un campesino a un banquete. Se le sentó entre comensales distinguidos. Al empezar la comida, nadie manifestó la menor intención de orar. Sólo el agricultor juntó sencillamente las manos para dar gracias a su Padre celestial.
Un habitante de la ciudad, muy seguro de sí mismo, le dijo en tono de burla:
-Amigo mío, allá en el campo, todos ustedes seguramente tienen todavía la costumbre de orar.
-Entonces –dijo el otro con aire triunfal- solo lo hacen los viejos y los anticuados.
-Tamp;oco. Mire usted, tengo en la pocilga una cerda con siete lechones: Ninguno de esos oran. Pero, fuera del Ganado, todos en mi casa suelen dar las gracias a su Creador por los alimentos recibidos.
Al oír esto, el hombre de la ciudad no supo qué contestar.
COMPARTIDO CON MUCHO AMOR,
-No, señor –contestó el campecino-, los hay que nunca dan gracias.
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