Parece que a los años se los lleva el viento,
que no nacen, ni acaban pereciendo.
Que transcurren en los otros y en nadie.
Que suben y bajan como los precios.
Que se mecen en las cunas y en las tumbas.
Que se alejan y se acercan al por menor.
Descansan entre pieles y luces y sombras.
Nadie los conoce sólo se los ve pasar.
Dibujados de muchas maneras, de distintas formas.
Parece que los años se hacen y deshacen.
Que nunca crecen, sólo se cambian unos por otros.
Nada más simulan una juventud y su vejez.
Alardean cuando son pocos y se olvidan.
Cuando sumando van restando.
Parece que los años no vendrán más.
Así que los llamo con urgencia a reír.
Por los círculos y rodeos dados.
Por las mañanas sin noches.
Por ese despertar perenne e indemne.
Sublime y amoroso.
Parece que los años ya no van más.
Que se detiene la rueda y no tienen dirección.
Ahora sólo contaré azucenas y diademas.
Gubias y martillos, letras encontradas.
Y esos instantes donde sólo cuenta la piel.
Parece que los años han comenzado ya.
Que ninguno está vivido, tampoco morirá.
Así que a dejar restos y rastros, alguna
carta futura, para que otros sepan
que hemos pasado por aquí y por allá.
Fin
