Cuando Fernando se entera
de esa feliz circunstancia,
aprovecha el desconcierto
de las huestes musulmanas,
que se ven sin su caudillo,
y perdida la esperanza.
Se rinden los cordobeses,
piden clemencia al monarca
y el rey Fernando les deja
que salgan hacia Granada.
Retiró de la mezquita
las santiaguesas campanas
que en el templo mahometano
utilizaban de lámparas.
Si Almanzor las trajo un día
sobre cristianas espaldas,
él las manda a Compostela
sobre espaldas mahometanas.
Este viaje de ida y vuelta
en la Historia dejó fama,
y en toda la Cristiandad,
tañidos de gloria y gracia
se pudieron escuchar
repiques de estas campanas.
Y así Córdoba no es mora,
que Córdoba es ya cristiana.
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No se detuvo aquí el rey.
Marchó a tierras sevillanas
y cercó aquella ciudad
por la tierra y por el agua.
De otra manera, Sevilla
no hubiera sido tomada.
Buscó Fernando III
la ayuda de experto nauta
y la encontró en Bonifaz,
almirante de gran fama.
Le fabricaron las naves
astilleros de Vizcaya.
Tuvo Ramón Bonifaz
que lanzar naves cristianas
contra el puente que los moros
tendieron hasta Triana
atravesando en el río
sus barcas encadenadas.
Quedaron los sevillanos
en posiciones aisladas,
sin provisiones de boca
ni manera de alcanzarlas,
y después de quince meses
de hambres y desesperanzas,
en fracaso una tras otra
sus múltiples añagazas,
también Fernando III
entró en Sevilla la llana.
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Comenzaba el siglo undécimo,
mil dos de la era cristiana.
Calatañazor veía
cómo Almanzor se quedaba
sin su famoso tambor,
sin su vida y sin su espada.
En el mil ochenta y cinco
es Toledo conquistada
por el rey Alfonso VI,
que pone así piedra blanca
en la heroica Reconquista,
de la Historia la más larga.
En el mil doscientos doce,
la batalla de Las Navas
es el comienzo del fin
de la invasión musulmana,
que después de tantas guerras,
en Córdoba se ve clara
y en Sevilla se confirma
de manera indubitada,
aunque restan todavía
muchos años de batalla.
Mil doscientos treinta y seis
es el año de la hazaña
en que se puede cantar
lo que mi romance canta:
Que Córdoba ya no es mora,
que Córdoba ya es cristiana.
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Jaime I el Conquistador, rey de Aragón (1213-1276). Fue el soberano catalano-aragonés que culminó la Reconquista en el sector oriental de la Península. Las curiosas circunstancias de su concepción relatadas en este romance se encuentran documentadas, entre otras, en la crónica que el mismo rey hizo componer: Llibre dels Feyts.
Jaime I el Conquistador
Hizo coincidir la Historia
y la alta bondad de Dios
dos príncipes en un tiempo,
ambos de grande valor,
los dos fuertes y prudentes
y victoriosos los dos,
que si uno reina en Castilla
reina el otro en Aragón,
Aragón con Cataluña,
y Castilla junto a León. A uno le llamaron Santo
y al otro Conquistador
Hijo de Pedro 11,
el monarca de Aragón,
era don Jaime,
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