Una cosa es cierta: nadie sabe lo que Jesús hizo hasta los 30 años que es cuando aparece
en público. Se ha querido defender últimamente que Jesús era analfabeto. Nada más falso.
Si acaso, el misterio radica en saber como sabía tanto tras haber vivido hasta entonces
encerrado en el pequeño pueblo de Galilea trabajando como carpintero o peón de albañil.
En efecto, a los 30 años Jesús se muestra capaz de discutir con los doctores de la ley,
conocía los textos sagrados del judaísmo, varias culturas como la griega o la de los
gnósticos y otras religiones como el budismo.
Jesús era culto y hasta intelectuales como Nicodemo iban a encontrarse con él de noche, a
escondidas, para discutir temas filosóficos como el de la metamorfosis indispensable para
poder dar un salto cuántico del frío culto a la ley a la libertad de espíritu del nuevo Reino por
él anunciado.
Nacen así las hipótesis de que en vez de haberse quedado en Nazaret hubiese podido viajar
a Egipto y hasta a la India durante su juventud. Conocía bien la cultura griega. Cuando los
apóstoles le presentan un grupo de griegos que querían conocerle, usa con ellos de una fina
ironía. A sabiendas de que para ellos la belleza corporal era fundamental y criterio de poder,
Jesús les cuenta la parábola de la simiente, la cual si no se pudre en la tierra y no se la cubre
de estiércol, no nacerá ni dará frutos. Lo opuesto a los puros criterios de la estética de la
belleza griega.
¿ Qué si Jesús estaba casado? Pocos teólogos y expertos en cuestiones bíblicas tanto
católicos como protestantes lo ponen hoy en duda. Era práctica inconcebible para un judío
de su tiempo no tener familia y descendencia ya que el judaísmo se transmite de madre a
hijo.
Tan fuerte era ese motivo que en la Biblia a los patriarcas cuyas esposas eran estériles,
Dios les pedía que se acostasen con una de las esclavas para darles descendencia. Fue el
caso, por ejemplo, de Abraham casado con Sara que no podía procrear.
Jesús estuvo casado sin duda con la Magdalena que no era, como sostuvo durante siglos la
Iglesia, una prostituta o endemoniada ¿Con quién estaba casado? Sin duda con la
Magdalena, que no era, como sostuvo durante siglos la Iglesia, una prostituta o endemoniada.
Con mucha probabilidad era una conocedora de la doctrina gnóstica, como aparece en
algunos evangelios de aquella secta. A ella confiaba sus mayores secretos, algo que
despertaba los celos de Pedro: “¿Por qué a ella y no a nosotros?”, se pregunta en uno de los
evangelios gnósticos.
De no haber sido su mujer no hubiese sido a ella a quien se le apareció el día de la
resurrección, antes aún que a su madre. Pedro se quedó perplejo preguntándose por qué no
se les había aparecido a ellos, sus discípulos, ya que además las mujeres no contaban nada,
ni eran creíbles en aquel tiempo. Ni siquiera como testigo ante un juez.
Fue siempre ese hecho el gran quebradero de cabeza de Tomás de Aquino, doctor de la
Iglesia, que se murió sin entender por qué Jesús no se apareció antes que a nadie a Pedro,
que era el jefe del grupo de apóstoles y lo hizo a una mujer.
¿Entonces, si no nació en Belén ni el 24 de diciembre vale la pena celebrar la Navidad? Sí,
porque esa leyenda lleva en su entraña la añoranza del ser humano de pararse una vez al
año para celebrar la vida, para apostar por la paz, un paréntesis para el perdón y la
aceptación de los otros, sobretodo de los diferentes.
¿No fue por ser diferente, por no doblegarse al poder tirano e injusto, por predicar el perdón,
bendecir a prostitutas y endemoniados y tocar a leprosos por lo que Pilatos mandó clavarlo
aún joven en una cruz? Dónde y cuándo nació importa menos.
Mi amigo Jorge Perelló me escribe para felicitarme la Navidad, que dice “existe sólo para los
rechazados”, y añade: “el resto es leyenda, historia y hasta superstición”.
Es cierto, pero en ese caso en la Navidad cabemos todos ya que de un modo u otro todos
somos de algún modo rechazados por alguien, pobres de algo, solitarios, exiliados, a veces
de nosotros mismos y a la vez buscadores de esa paz que el mundo rechaza porque es más
fácil matar o mandar matar, que amar y perdonar.
Por eso, a pesar de todo,
¡Feliz Navidad!
Compartido con mucho amor,