HE CAMBIADO DE OPINION
porque veo que en Pedro Abad, lo políiticos tienen olvidados a los hijos que un buen día salieron del pueblo para buscarse el sustento. Gente sencilla y honrada que aún estando tan lejos siguen sintiendo nostalgia de su tierra. Tan solo pido un poquito de reconocimiento a esta gente que lo dejaron todo, pero siguen pensando en su pueblo. No me vale, como me dijeron el año pasado, que en la novena al Cristo tenian un recuerdo para sus emigrantes, no, no me vale que se rece un padrenuestro porque no nos llega. Las oraciones se quedan en el ambiente de la iglesia, y al día siguiente nadie se acuerda de los que faltan. El consistorio tiene el deber moral de hacer algo por los hijos del pueblo que se marcharon, por los hijos que estan ausentes pero llevan el nombre de Pedro Abad con orgullo. Es por eso que me permito, sobre todo para aquellos amigos que no leyeron mi carta, ponerla ahora a modo de recordatorio.
Estimada alcaldesa:
Eestas líneas que con tanto cariño te dedico, están basadas en las reflexiones que día a día vengo realizando, porque día a día pienso en mi infancia, mis amigos y mi pueblo.
Como podrás imaginar, las circunstancias de la vida han forjado mi personalidad, pero quiero que sepas que aunque lejos de mi tierra, me siento perabeño hasta la médula, y que el tiempo y la distancia han sido herramientas que en vez de socavar mis sentimientos por mi pueblo han hecho el efecto contrario y la nostalgia que siento, a veces llega a ser desagarradora.
Vayas donde vayas o si por alguna circunstancia de la vida te lleva a otro lugar de donde naciste, no significa que olvides tus raíces o ese sentimiento llamado… “ser perabeño”.
Así empieza mi larga vida, llena de emociones y satisfacciones que me han llevado a ser quien soy, un perabeño que emigró hace muchos años a un lugar llamado Girona. Aquí encontré un futuro, mi hijo y mis nietas nacieron y eché raíces pensando que algún día volvería a reencontrarme con aquel lugar, donde mis pulmones se llenaron por primera vez con aquel aire puro de un pequeño pueblo de la campiña cordobesa.
Recuerdo aquella infancia como lo mejor que me ha pasado nunca: Jugar en las calles empedradas, las “guerrillas a pedradas” entre los niños de diferentes barriadas, el parvulario de Doña Juanita, la escuela de Don Pedro Baena y Los Salesianos, las escapadas al Salto, al Peñón del Aguila o al Pico de las Banderas, las partidas de billar en el bar Deportivo o en el Casino, y como no, esos amores de adolescente que con el pavo subido te hacía recorrer indeleblemente la calle ancha como cual tontódromo se tratara.
Recuerdo también las matanzas de los guarros que se hacian en las casas, la fiesta del Corpus Christi lleno de incienso, juncos en las calles y colchas colgadas decorando los balcones, la Semana Santa y las fiestas en honor del Santísimo Cristo de los Desamparados, siempre guardián de todos sus hijos en esa hermosa ermita que domina el pueblo.
Pero lo que más añoro son sus gentes, llenas de felicidad y dispuestas a compartir lo poco que se tenían, a las madres cuando hacian tortas, galletas o perrunillas en el horno de Cabello, la Panificadora o Benito, y donde todas las vecinas íban para cocer sus dulces haciendo de las tardes un ir y venir de historias y curiosidades mezclado con el olor a canela y azúcar.
El madrugar en casa de Alfonso Cáceres para las labores del día y hacer la primera parada de buenos días en el bar del Zorro o de la Ratona, para limpiar la garganta con una copa de aguardiente. O la copa entre amigos en el bar Martín y otros.
Podría estar días recordando lugares, experiencias e incluso sueños, que vuelven a transportarme hacia allí. Aunque todo es más fácil cuando mis ojos recorren las imágenes en Facebook o youtube sobre el día a día del pueblo.
No puedo expresar con palabras ese mágico momento cuando un día de septiembre tomando un café en el sillón de mi casa veo las imágenes grabadas de esa novena del Cristo que me es familiar.
-“No puede ser, me lo estoy imaginando”.
Soplo de nuevo la taza para dar un sorbo cuando inexplicablemente se me llenan los ojos de lágrimas y un nudo en la garganta me impide tomarme ese sorbo deseado. Las imágenes se hacen cada vez más vivas y eso hace que mis recuerdos salten unos encima de otros.
Lágrimas de felicidad recorren mi rostro y la emoción rompe mi fortaleza.
Vuelvo a ser joven, mis piernas siguen el ritmo de aquellos años cuando un grupo de niños jugaban en la plaza del pueblo o asistían extasiados al paso de la vaquilla por ferias. También vuelvo a recordar la divina imagen de la madre con los brazos abiertos para acogerte cuando llegabas llorando a su regazo,
Son momentos únicos que se viven cuando estas ahí, y que cada vez, con el paso del tiempo se hace más difícil revivirlos.
Las lágrimas en este momento no son de felicidad sino de impotencia y tristeza porque veo que mi pueblo no se acuerda de los hijos que por motivos diversos hubieron de ausentarse de su seno y emigrar a lejanas tierras.
Siento envidia sana de otros pueblos de los que tengo noticias y en los que he participado personalmente en LA FIESTA QUE CELEBRAN EN HONOR DEL EMIGRANTE..
Creo sinceramente que Pedro Abad ha de constituir también dicha fiesta. Se lo debe a los cientos y cientos de hijos que emigraron pero que llevan su recuerdo gravado en el alma.
Pedro Abad, como una madre, necesita que sus hijos pródigos vuelvan a su regazo, y que al menos por un día se sientan queridos.
Antes de acabar estas líneas quiero agradecer a todas las personas que han hecho posible que los perabeños “de fuera” vuelvan a sentir y vivir todos nuestros antiguos recuerdos para inculcárselos a nuestro nietos. Ellos son nuestra “Esperanza” de seguir viviendo este sentir perabeño
Es muy posible que estas letras no sean leidas por ti, alcaldesa, porque son múltiples los problemas a los que te has de dedicar diariamente, pero estoy seguro que muchos perabeños las leerán y de seguro que te lo harán saber, tanto a ti como al Ayuntamiento que presides.
Girona, Septiembre de 2014.
Pedro Enrique Pérez Castro
Perabeño residente en Cataluña