Vagaba insensible por esta vida sin color; con los ojos cerrados, agobiado por el dolor, hasta que de repente, una intensa luz me iluminó...
Abrí los ojos, miré al cielo y ahí estabas vos: mágica, hermosa, radiante criatura virginal como una dulce princesa escapada de un cuento irreal.
La claridad de tus bellos e increíbles ojos inundando con intenso destello multicolor, cada uno de los espacios grises de mi corazón.
El mínimo roce de tus dulces labios rojos conmueve cada fibra íntima de mi pasión, invitando a beber de ellos cada gota de tu amor.
Tu inocente y provocativa sensualidad te sacude, te golpea, te incita sin piedad, provocando una avalancha de furiosos sentidos que te arrastran por toda la eternidad.
Inconsciente de mí, sin medir las consecuencias, te entregué mi vida, mi pasión, mi conciencia; te entregué, quizás, el más sincero de mis tesoros: el amor más puro y simple de todos.
Tal vez, te digan que quise arruinar tu vida, sería una estúpida, loca, idea suicida; si tu vida es la mía, si no hay vida sin ti, dicen tantas cosas ya no saben que decir...
La vida me ha golpeado de manera insaciable con una indescriptible y feroz crueldad, terrible e intenso dolor, sólo comparable al que se siente cuando tú no estás...
(Fabián Ruiz)
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