SALMO DE UNA FAMILIA DESINTEGRADA
Me duele tanto Señor, que tengo el corazón apenado.
Me duele tanto, que tengo los ojos rojos de llorar.
Me duelen los golpes en el hogar,
y las palabras groseras que destruyen y marcan los
corazones tiernos de unos hijos pequeños.
¿Por qué, Señor, tanta violencia y agresividad allí,
donde se ha sellado el amor para siempre?
¿Por qué, Señor, se golpea tanto a los que más
se ama?
¿Tiene sentido, Señor, ser cardo seco en casa, ser
espinos agudos que hacen sangrar de dolor?
¿Acaso, Señor, se puede vivir sin detalles en el amor?
No entiendo, Señor, por qué no se cumple la palabra
dada. No entiendo cómo se rompe la alianza hecha
en libertad.
Me duelen las familias desunidas, desintegradas;
me duelen los corazones rotos por el odio; me duelen
los niños que están cansados de desamor.
Señor, tú que viviste en una familia unida, haz
que cada familia busque en Tu Amor verdadero la
fuerza para seguir de manos dadas en el hogar.
Autor: Emilio L. Mazariego