Movido por su destino trágico que lo marcara desde su nacimiento, Paris debe cumplir una embajada en Esparta. Y así reúne la escuadra fatal y cruza los mares en busca de su sino.
En la corte espartana, Menelao recibe al extranjero con todos los honores debidos a un huésped de ilustre.
Paris colma a Helena de ricos presentes, collares, piedras preciosas, pulseras de oro, ropas de lino.
Gentil y cortés, acaba persuadiendo a Helena. Al principio, ella se niega todavía de aceptar ese amor. No quiere traicionar a Menelao. Después se da cuenta de que en su corazón ya lo ha traicionado. Y el cuerpo es sólo un instrumento del deseo que vive en ella como un martirio insoportable.
Al día siguiente los amantes deben de huir, simulando un rapto del que los siglos venideros tendrían noticia. Quieren evitar a Menelao el gran dolor de saber que su esposa consintió en seguir al extranjero.
El camino del puerto está libre para los fugitivos. Al ver el mar calmo y azul que los aguarda, hasta el remordimiento los abandona. pueden partir y vivir sin amarguras el amor que los une.
Menelao, su marido, llamó a todos los reyes de Grecia, que se unieron a él para resarcir con una guerra la afrenta de que habían sido objeto por parte de los troyanos.
No está
totalmente claro el papel que tuvo Helena durante la guerra. Parece ser que se pasaba el día en la torre del palacio de Troya donde tenía un telar con el que tejía todas sus desdichas mientras se lamentaba del instante en que había tenido la debilidad de dar oídos a un extranjero y marcharse con él.
Cuando Paris murió, Helena se casó con Deífobo, que también era hijo de Príamo como Paris. Pero cuando Troya fue tomada, Helena entregó a Deífobo de la manera más indigna a los griegos, que lo apuñalaron.
De esta forma Helena pretendía reconciliarse con Menelao, y así fue. El hijo de éste, Atreo, la llevó a Grecia junto a él en un viaje complicado porque los dioses provocaron varias tormentas que les hicieron pasar por Chipre, Francia y Egipto.
Ya en Esparta fueron muy felices hasta la pronta muerte de Menelao.
Entonces, fue echada del Peloponeso por indigna y acudió a Rodas donde la recibió la reina Polyxo que la colmó de atenciones a su llegada pero al día siguiente ordenó su ahogamiento en el baño y que muerta fuese colgada de un horca.