3RA. PARTE
El desborde
El último acto se desencadenó definitivamente cuando el 9 de Noviembre, el Politburó de la RDA decidió que los refugiados podrían salir directamente desde Alemania Oriental además de acordar permitir los viajes particulares en un intento a mi juicio poco realista de salvar lo que quedaba de la RDA. O no.
Quizás no estaban tan ciegos y simplemente se suicidaron políticamente, un poco al estilo de los procuradores en cortes franquistas, o tuvieron la capacidad para darse cuenta de que la otra posibilidad era aún peor : la URSS no iba a venir a rescatarles con Gorbachov y su Perestroika en el poder, y vieron algo que no vería Caucescu meses después.
Se supone que esto entraría en vigor el 17 de Noviembre, pero aquí entra en escena Gunter Schabowski, secretario de propaganda del partido comunista que pasaría a la Historia por una metedura de pata fastuosa que terminó de amartillar el último clavo del ataúd de la RDA.
Schabowski dio a conocer un breve comunicado que le suministró alguien que no ha sido identificado desde entonces y leyó el texto en una conferencia de prensa en Berlín Oriental, emitida en directo por la televisión. La nota se refería a un proyecto de ley que planeaba autorizar a los ciudadanos de Alemania Oriental a viajar al Oeste sólo con la presentación de su documento de identificación, lo que desencadenó la caída del Muro de Berlín esa misma noche.
La maquinaría se puso en marcha cuando R. Ehrman, corresponsal de ANSA, preguntó a las 7 de la tarde : “Señor Schabowski, ¿no cree usted que ese proyecto de ley de viajes es un gran error?”. El portavoz del gobierno de la RDA rebuscó entre sus papeles y encontró la famosa nota aún hoy anónima.
“Los viajes ordinarios hacia la República Federal de Alemania (RFA), es decir a Berlín Occidental, pueden realizarse a través de todos los puestos fronterizos de la República Democrática Alemana (RDA)”, leyó Schabowski.
“!¿A partir de cuándo?¡”, rugieron los periodistas, a lo que Schabowski, sin darse cuenta de lo que aquello significaba, respondió: “De inmediato”.
Días antes Gerhard Lauter, del Ministerio del Interior de la RDA, había redactado la propuesta secreta para ser discutida por el Politburó el día 10 de Noviembre y sin saber cómo había acabado saliendo a la luz en la carpeta del portavoz. En realidad se planeaba establecer simplemente nuevas excepciones para permitir el cruce y estas eran las que estaban aún por determinar.
El jefe del control de pasaportes Harald Jäger se encontró de repente ante miles de hombres y mujeres exigiendo su derecho a acceder a Berlín Occidental y no tenía más que dos alternativas : abrir fuego contra ellos o levantar las barreras. Decidió hacer lo segundo.
Los periodistas estupefactos preguntaban: “¿Qué significa? ¿Se abre el muro?”. El redactor jefe de la prestigiosa revista alemana Der Spiegel, Georg Mascolo, comentaría más tarde : “En esos momentos, los periodistas que estaban en la rueda de prensa no se dieron cuenta del significado de la noticia, si no, hubieran acudido en masa al muro” .
Los berlineses de ambos lados si fueron conscientes de lo que acaban de escuchar y acudieron en tropel a los pasos de la línea divisoria. El primero en abrir fue el de Bornholmer Strasse, situado entre los barrios de Prenzlauer Berg (Este) y Wedding (Oeste).
El jefe del control de pasaportes Harald Jäger se encontró de repente ante miles de hombres y mujeres exigiendo su derecho a acceder a Berlín Occidental y no tenía más que dos alternativas : abrir fuego contra ellos o levantar las barreras. Decidió hacer lo segundo. El error de Schabowski ya había calado en el espíritu de los ciudadanos y toda la ciudad se congregaba nerviosa en los check points que durante años habían sido mirados con justo temor.
Mientras llegaban las nuevas órdenes que, a toda prisa, las circunstancias dictaban a los jerarcas de la RDA, los vopos mantuvieron a la multitud como pudieron hasta que, finalmente, a las 23:00 del 9 de noviembre de 1989, el Muro era derribado, primero en la práctica y luego literalmente, en medio de unas escenas que jamás olvidaremos los que las vivimos. La gente aparecía con mazos, perforadoras, ¡gruas! y hasta el modesto punzón iba arañando piedra ante la impotencia y quiero pensar que la secreta alegría de los hombres que habían sido los encargados de mantener aquello en pie.
El resto es Historia.
Durante años corrió la leyenda urbana de que por un error de traducción JFK en realidad se definiese como un bollito para pasmo de los alemanes, lo cual parece inexacto.
COMPARTIDO CON MUCHO AMOR,
MACHI V