De Malala soprende su fuerza vital, sus ganas de vivir. El día que intentaron asesinarla, su padre estaba convencido de que no volvería a verla con vida. Sin embargo, logró salir del coma inducido sólo unas semanas después en el hospital de Birmingham, Inglaterra, al que fue trasladada para recuperarse de las heridas de las balas. También sorprende de ella la fuerza de sus palabras, la contundencia de su mensaje y la ilusión inmaculada que reflejan pese a la crudeza de lo vivido.
El día de su 16 cumpleaños lo demostró ante el mundo en el seno de Naciones Unidas.
«El 9 de octubre de 2012 los talibanes me dispararon en la cabeza. Dispararon también a mis amigos,
pensaron que con sus balas nos callarían para siempre, pero fracasaron.
De ese silencio surgieron miles de voces, los terroristas pensaron que cambiarían mis objetivos
y detendrían mis ambiciones
pero nada ha cambiado en mi vida, excepto esto: la debilidad, el miedo, la desesperanza murieron para siempre,
nacieron la fuerza, el poder y el coraje». Así de contundente y firme fue su mensaje en el seno del organismo.
En ese momento, ante la mirada emocionada de su madre y familia, ya era consciente de que,
como ella misma afirmó días después en la BBC,
sus palabras llegarían «no sólo a EE.UU. y otros países, sino a todo el mundo».
Malala y el mundo
Con su intervención Malala también puso de manifiesto una evidencia: pese a ser sólo una adolescente se ha convertido en un icono mundial de la libertad, de la igualdad de la mujer y, en definitiva, de la educación.
Prueba de ello es que también ha recibido el Premio Sajarov con el que el Parlamento europeo
destaca la lucha por la libertad de prensa y ha sonado como una firme candidata al Nobel de la Paz.
Con todo, su historia no comienza este 2013 de la mano de los reconocimientos mundiales,
ni siquiera el pasado 2012 cuando la dispararon, empieza mucho antes, en 2009, cuando sólo tenía doce años. Entonces ya era una férrea defensora de su derecho a recibir una educación y comenzó a escribir un blog en la página de la BBC en udu -una de las lenguas que se hablan en Pakistán- cómo iba a clase de forma clandestina.
«Tengo derecho a la educación, a jugar, a cantar, a ir al mercado, a que se escuche mi voz (...) En el mundo las chicas van a la escuela libremente y no hay miedo, pero en Swat cuando vas a la escuela tienes mucho miedo de los talibanes. Ellos nos matarán. Nos lanzarán ácido a la cara. Pueden hacer cualquier cosa», escribía la joven bajo el seudónimo Gul Makay.
Una lucha que no cesa
El momento en el que Malala escribe esas líneas es de especial relevancia ya que
los talibanes controlaban el valle del Swat, en el noroeste paquistaní, e imponían su versión rigurosa del Islam, incluyendo la prohibición de que las niñas fueran a la escuela. Un año más tarde, en 2010, el ejército de Pakistán logra expulsar de la zona a los talibanes y el Gobierno la galardonó con un premio nacional por su defensa de la educación. El lado negativo de la historia reside en el hecho de que los talibanes pudieron ponerle cara. Dos años más tarde intentaron apagar su voz pero generaron el efecto contrario; no sólo no acabaron con su vida, sino que hicieron que su mensaje se extendiera. «Creo que estarán arrepentidos de haberle disparado a Malala.
Ahora a ella la escuchan en cada rincón del mundo»,
afirmó la joven durante una entrevista con la cadena británica BBC.
En la actualidad ha sido reconocida por la revista «Time» como una de las 100 personalidades más influyentes del mundo. En 2012 la ONU dedicó un día con su nombre al derecho universal a la educación.También se ha reunido con el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, a quien entonces le trasladó sus reticencias sobre los ataques con 'drones' en Pakistán por «insuflar el terrorismo». También la hemos visto apoyando a las familias de las secuestradas por Boko Haram, en un viaje que realizó a Nigeria para mostrarles su apoyo.
Nada de esto ha cambiado a la joven, de sólo 17 años,
que a día de hoy quiere regresar a su país y se muestra a favor del diálogo con los talibanes.